Háblame

Aunque quedan unos meses para enterrar al 2023 y muchos títulos de género esperan a que se acerque Halloween para dar el campanazo, lo cierto es que este año el terror está siendo muy decepcionante. Hace unos meses que la productora A24 lleva haciendo ruido con la cinta que nos ocupa; las redes se han ido llenando de comentarios muy positivos y de afirmaciones que decían que Háblame estaba llamada a ser lo que hace ya 8 años, Dios mío como pasa el tiempo, fue It follows. Uno de los últimos en hacer esta afirmación he sido yo mismo hoy tras salir del pase del cine. Ambas cintas logran mantenerse en los raíles del cine de terror adolescente y ambas lo hacen nadando lejos de las orillas en las que faenan casi todos los filmes con chavales entre los 16 y los 20 años, lo que las abre a ser degustadas con igual placer por espectadores más talluditos. Aunque mi corazoncito se lo sigue llevando la cinta de David Robert Mitchell, porque creo que encontró un tema y un resultado mucho más necesario e inusual, es justo decir que Háblame, al contrario que It follows, tiene un devenir menos irregular y se mantiene más próxima al cine de terror canónico tanto para lo malo como, sobre todo, para lo bueno.

La historia nos presenta a Mia (Sophie Wilde), una chica que trata de sobreponerse a la muerte de su madre apoyándose en su mejor amiga: Jade (Alexandra Jensen) y en la familia de esta que la han aceptado como a una más. Una noche ambas acuden junto a Riley (Joe Bird), hermano pequeño de Jade, a una fiesta donde se juega una extraña sesión de espiritismo con una mano de porcelana que funciona a dos niveles: el primero al sujetarla y decir "Háblame" permite ver a un espíritu frente a ti. En el segundo estadio, al decir "te dejo entrar" permites que el espíritu tome posesión de tu cuerpo... pero cuidado: si la experiencia se extiende por encima de los noventa segundos, se puede volver mortalmente peligrosa.

Si It follows convertía en terror para consumo adolescente las enfermedades de transmisión sexual, la maldición se pasaba de unos a otros mediante encuentros íntimos, Háblame hace lo propio con el consumo de drogas; las posesiones funcionan como un colocón: como una evasión corporal que les permite dejar de ser lo que son, o verbalizar aquello de lo que no son capaces de hablar de manera consciente. Como también pasa con las drogas reales, no es oro todo lo que reluce y su consumo puede tener efectos secundarios en según qué personas. Háblame tiene una sub lectura moral claramente marcada, que el personaje de Miranda Otto (casi la única adulta del film) se encarga de enfatizar hablando de drogas y alcohol en casi todas sus escenas. Nada nuevo bajo el sol pues, desde que el cine es cine, el horror ha apelado al lado más incontrolable y a las pulsiones para ponernos los pelos de punta; el acierto de la que nos ocupa, es hacerlo tomando algo tan manido como son las sesiones de espiritismo y dándole un giro nuevo y fresco. Puestos a buscar un referente a lo que vemos en Háblame, podríamos decir que hay cierta influencia del film de Joel Schumacher Línea mortal en esta comunicación con el más allá: ambas comparten este factor del tiempo como barrera tensionante entre vivos y muertos y esa contraindicación de que puedes llevarte, a tu lado de la realidad, parte de lo que has visitado en el otro extremo.

Otro de los ingredientes que hacen destacar Háblame sobre la mayoría del terror adolescente (y ya puestos del no adolescente también) es la excelente construcción de los personajes.  Mia, Jade, y el resto de su pandilla se comportan como jóvenes reales y tienen los suficientes matices dramáticos para que sigamos con interés lo que les suceda; eso hace que cuando la cosa se ponga realmente intensa la congoja se intensifique. Pero además de bien construidos están muy bien interpretados, destacando en estas interpretaciones el trabajo de Alexandra Jensen y su hermano en la ficción Joe Bird.

La mano que da origen a esta pesadilla es un elemento que funciona estupendamente. El guion no dedica demasiadas líneas en darle un origen, pero los pocos datos que suelta funcionan a la perfección y son muy sugerentes. También ayuda su diseño, lleno de marcas, símbolos y nombres, entendemos que de antiguos propietarios, que nos muestran a las claras que esa mano ha pasado por muchas otras antes de llegar hasta donde está, abriendo el film a la posibilidad de nuevas entregas que no dudo que vendrán.

Sorprende que tras un proyecto tan acertado se encuentren dos directores debutantes: los hermanos Danny Philippou y Michael Philippou. Pareja de youtuber conocidos como Rakaraka que llevan ya unos años mostrando su querencia hacia el horror, los videojuegos y el payaso de McDonald. El dúo ya ha anunciado que su próximo asalto al cine será una nueva entrega de Street Fighter. Estos hermanos han creado un film de factura brillante que apuesta por la atmósfera por encima de los sobresaltos (podemos contar los sustos con los dedos de una mano). El film cuenta con pocos espectros, pero de aspecto realmente aterrador y nos permite vislumbrar un más allá que en algún momento nos puede recordar al limbo de la saga Insidious.

La pena es que, justo por querer mantenerse en la senda del terror adolescente (o por hacer taquilla), tras sus 40 minutos iniciales absolutamente portentosos y que podrían constituir por si solos un film perfectamente armado, Háblame decide proseguir con algo más de oxígeno en lo que hasta ese momento era una apnea. Mezcla su universo personal con dramas propios de la edad de sus protagonistas, perdiendo algo de su intensidad. Pero este leve bajón de interés, es un defecto que también sirve para desviar la atención de la secuencia final haciéndola funcionar maravillosamente bien.

Ojalá Háblame se quede lejos de ser la cinta de terror de este 2023, porque eso significaría que aún nos espera mucho y bueno por ver. Pero mientras llegan esos esperados títulos como El último viaje del Demeter, en el que el que firma estas líneas tiene depositada mucha fe, o las sorpresas de Sitges 2023, este film es una pequeña joya llegada de las antípodas.