Oculus

Los Russell son una familia feliz hasta que la compra de un viejo espejo pone su vida del revés. Aquella pieza de incalculable valor empieza a apoderarse de las percepciones de la familia. Al menos, pasados muchos años, es lo que sigue creyendo la hija mayor de la familia, Kaylie. Y bajo ese supuesto prepara el reencuentro con su hermano pequeño, internado en un manicomio tras haber disparado a su padre cuando éste acabó con su esposa y casi con sus dos hijos ¿Pero son ciertos los recuerdos de Kaylie? ¿El espejo que ha recuperado, y al cual piensa tender “una trampa”, es el responsable de decenas de muertes a lo largo de los siglos?

Hablar de “Oculus” a estas alturas de 2014 es como ver llover sobre mojado. No obstante, creo justo rescatarla del relativo olvido al que se ha condenado esta cinta de horror sobrenatural; en absoluto todo lo buena que muchos pensábamos que sería, pero no el bodrio que el público español dice. Como suele ocurrir, el sesgo de las expectativas le ha hecho mucho daño a “Oculus”, producción norteamericana que venía avalada por el anterior trabajo de su director Mike Flanagan, “Absentia”, y por los diferentes tráileres e imágenes promocionales con los cuales se nos sobreexpuso. Unas noticias que llegaron a plantear el nuevo largometraje de Flanagan, curiosamente producido por la “WWE” (todopoderosa compañía de lucha libre), como una seria rival de “Insidious”. Me reconozco como detractor de “Insidious”: dentro de sus aciertos me parece una de las típicas películas comerciales faltas de contenido que funcionan bien merced al abuso del susto fácil que pide la platea poco especializada; por no hablar del tremendo chasco que supuso su segunda parte, una de las películas de horror, pretendidamente seria, más ridículas del nuevo milenio. Opiniones aparte, es cierto que “Oculus” comparte paralelismos con la famosa obra de James Wan, por suerte no tanto en forma sino debido a la vacuidad de su guión, que si bien se presenta interesante durante la primera media hora, acaba desbarrando hasta perder cualquier viso de credibilidad o atmósfera en pro de una espectacularidad que ni siquiera es tal.

Llegados a este punto me parece justo recalcar que la razón de esta reseña, cuando ya “Oculus” ha sido absorbida por estrenos más actuales, es recuperarla para el público que la ignoró debido a las malas críticas. Si bien estamos ante película bastante superficial, creo que se erige como un buen entretenimiento (incluso dudo que quisiera ser más que eso, por mucho que le pese a la masa “hipster” en que ha derivada la fanaticada del terror) y no son muchas las cintas de horror bien realizadas, donde el presupuesto se adecua a la historia narrada, que llegan a nuestras manos. Entonces, tenemos una película muy digna técnicamente, protagonizada por actores profesionales y con un guión que nos ofrece alguna gota de originalidad sin arriesgarse a ser ininteligible por el gran público, es decir, una película ideal para ver un domingo y quedarse con buen sabor de boca (siempre que no esperemos ninguna revolución terrorífica).

Para un servidor, una gran baza de “Oculus” se le juega con su plantel. Pese a tener sus detractores, la joven Karen Gillan es una de las promesas de “Jolliwú” (ya la catamos en “Outcast”, ahora más de moda que nunca gracias a “Guardianes de la Galaxia”), un rostro fresco que puede presumir de una piel lechosa y un pelirrojo natural. Obviamente entenderán porque este viejo verde está tan emocionado con la muchacha, una joven que si logra controlar su tendencia a la sobreactuación, llegará lejos en el mundillo, veremos como lo va haciendo en la serie “Selfie”, una comedia diseñada a su medida. La cuestión es que esta tierna escocesa no se ve creíble físicamente en su papel, y, sin embargo, su esfuerzo interpretativo termina cristalizando en una buena actuación que soportar sobre sus hombros todo el peso de la película. Junto a ella tenemos otro futuro gran actor como Brenton Thwaites (“The Signal”), que pese a estar un poco verde apunta maneras gracias a un rostro agraciado y esa carita de pena que tanto seduce a las jovencitas norteamericanas. Junto a ellos, y en papeles secundarios, Rory Cochrane (“Argo”, “A scanner darkly”) y
Katee Sackhoff (“Riddick”, “Exorcismo en Georgia” y un montón de series como “Longmire”); actores no muy conocidos pero gratamente profesionales. Como detalle curioso comentar que Cochrane se une a la selecta lista de actores que imitan a Joan Lafulla, y es que el careto de nuestro amado líder continúa erigiéndose como el más solicitado en las sesiones de cirugía plástica.

Otro punto positivo lo encontramos en la forma de narrar la historia del espejo encantado, así como sus efectos, un intento de sutilidad que demuestra como tras las cámaras y el guión se encuentra el responsable de “Absentia”, y aunque ésta sea bastante superior argumentalmente a “Oculus”, es imposible no ver la mano del mismo hombre en la segunda, más comercial pero con un sano intento de ofrecer algo distinto, más personal de lo que el cine mainstream nos tiene acostumbrado. Claro que el problema radica, por un lado, en la lentitud de ciertos pasajes, que parecen estirarse como el chicle, y, por otro lado, el exceso de alucinaciones que sufren los protagonistas durante la última media hora de metraje. Desde luego, estas “paranoias” están completamente justificadas de la trama, pero no dejan de ser una excusa para alargar el predecible desenlace a la par que se busca el asombro del espectador. Por si alguno no lo sabe todavía: el dichoso espejo tiene la propiedad de controlar las percepciones de los seres humanos que viven a su alrededor, se supone que el grado de influencia va aumentando con el tiempo de exposición a su radio de poder. Este control resulta total, y llevado a la práctica con una macabra inteligencia, de tal forma que la última media hora pasa entre un constante “esto es real, esto es mentira, que sí, que no, que caiga un chaparrón”; un juego, el de dinamitar la barrera entre realidad y fasntasia, que además no acaba de funcionar. Se mezcla además esa narrativa con un desarrollo de la historia a dos tiempos, el actual, y los trágicos días en que nuestros protagonistas perdieron a sus padres. No es que la cosa resulte liosa, ni mucho menos, pero se abusa tanto de la dislocación sensorial que al final la cosa pierde su gracia, un gran pecado que arrastra “Oculus” a la intrascendencia.

Pero de verdad, no penséis que mis palabras son duras. Surgen de la frustración de todas las posibilidades que la cinta demuestra en sus primeros compases, medidos y llenos de misterio. A su conclusión, y como sucede con “Insidious”, parece que hayamos visto la película de siempre (y eso que Flanagan intenta desarrollar sus sustos y escenas terroríficas de una manera diferente, sustituyendo la manipulación del sonido por la visual únicamente), sobre todo “una película con los agujeros de siempre”. No obstante, una vez superada dicha frustración, se puede disfrutar de una película llena de detalles sobrenaturales muy bien filmados, divertidos efectos de maquillaje y digitales, una fotografía muy cuidada, un montaje competente. Vamos, que acostumbrados a que el cine de terror actual esté copado por películas lamentables y encima baratas, resulta justo otorgarle su mérito a “Oculus” y disfrutarla sin prejuicios. Sin lugar a dudas, una cinta muy entretenida.