La doctora Amy Payne combina sus obligaciones como cirujana con el cuidado de un hijo en coma, a la espera de algún milagro que los vuelva a reunir. Ese milagro llega, pero no en la forma que ella hubiese querido: dormida junto a la cama de su hijo, cae en un profundo sopor que la lleva a una extraña escuela de pesadilla donde tendrá que enfrentarse a los demonios de su pasado, encarnados en antiguos compañeros de clase, para reencontrarse con su pequeño.

Han pasado la friolera de siete años desde que hablásemos por primera vez de “The School”, en post producción desde finales de 2010. Este largometraje australiano parece que por fin verá la luz el próximo año, aunque al no contar una fecha concreta todavía sigue escamándonos la posibilidad de que vea finalmente la luz. Lo que es un pena, porque visual y argumentalmente parece que nos encontremos frente a una verdadera delicia, retrotrayéndonos a la época dorada del “survival horror” en el mundillo del video juego.

Situada la acción en la pequeña ciudad de “Devil’s Gate”, Dakota del Norte, una agente del FBI se alía a un agente local para investigar la desaparición de una mujer y su pequeño hijo. La principal pista les lleva a una desvencijada granja donde el marido de la desaparecida oculta algo que no es de este mundo..

“Devil’s Gate”, anteriormente conocida por el genérico título de “Abduction”, será estrenada en plataformas digitales el próximo día 5 de Enero. Hablamos de un título de horror sobrenatural, dicen que con toques de ciencia ficción pero me extraña viendo su tráiler, que pasó sin pena ni gloria por la pasada edición del festival de Sitges, quizás lastrado por lo ajustado de su presupuesto. No hablamos de una súper producción, estamos ante el pequeño debut de Clay Staub, curtido como segunda unidad en películas de la talla de “300” o “El amanecer de los muertos”, así que este joven cineasta tiene un par de ases bajo la manga.

Cuando iba al instituto no veía películas de Jodorowsky, con todo mi respeto al famoso director chileno, veía series B catetas como “Curso 1999”, convirtiendo mi post adolescencia en una nebulosa de sangre, música underground y cyberpunk. Así me formé y desarrollé las amistades que aún conservo hoy en día, generando por el camino una actitud despectiva tanto hacia los popes más pretenciosos e “intelectualoides” de la cultura, como a los elementos comerciales de la misma. No es de extrañar que con un par de tetas, disparos a mansalva, dos decapitaciones y cuatro chascarrillos uno se encuentre como en casa. Este el terreno que hoy pisamos en esta breve reseña de un clásico denostado por las generaciones modernas.

Cuando un grupo de amigos se reúne para encubrir un asesinato, terminan perdidos en lo profundo del desierto y tienen que unirse para salir vivos. Cuanto más se aventuran en la oscuridad más se acercan a descubrir que cada uno de ellos está preso de su propia culpabilidad y egoísmo. Es solo cuestión de tiempo, acechados por un vengador de ultratumba, antes de descubrir que cuatro personas pueden guardar un secreto sólo cuando tres de ellos están muertas.

Un slasher sobrenatural siempre es un buen desengrasante para la realidad, máxime cuando el cine en general se reviste de los artificios que una película de bajo presupuesto como “Friends Don’t Let Friends” no podría soñar, producida por su propio director y la parienta. Luego el resultado es bien distinto, porque todos los caminos del terror están trillados y la puesta en escena acaba oliendo a pedo, por mucho que tanto lugar común debería rodarse sólo. James S. ‘Jamie’ Brown viene a unirse al nutrido grupo de cineastas debutantes que le ponen más ganas al asunto que talento, lo cual no sería una mala carta de presentación de tener otros proyectos más jugosos a mano con los que cortar el chute de terror sobrenatural birrioso en que se ha convertido el panorama global, desde Tokio a Madrid.

Una mujer se despierta en un hospital aparentemente evacuado a causa de un huracán acercándose. Se da cuenta de que la tormenta ha despertado fuerzas malévolas, atrapándola en un bucle temporal donde eventos extraños aguardan en cada rincón del edificio. Ella deberá escapar del hospital antes de que pase la tormenta o quedará atrapada en sus pasillos para siempre.

¡Qué tiempos cuando en Almas Oscuras debatíamos sobre la existencia o no de una nueva generación de “scream queens” de serie B al más puro estilo de Linnea Quigley! Éramos jóvenes e inocentes, corría el año 2010, y sobre todo éramos más de un maldito gilipollas defendiendo el género de terror con verdadero ahínco. Es decir, moi. De esa hornada hablábamos con especial interés de una bella morena llamada Danielle Harris, la cual destacaba especialmente por aquellas fechas gracias a su trabajo en “Hatchet”.

Esa joven de pronunciadas caderas que se muda a una casa y descubre un mal recalcitrante en el sótano. “¿Para qué bajas Paqui?” Pero ella se emperra y al final es poseida por mil demonios, como si las rebajas hubiesen llegado antes de tiempo este invierno. La chica, ya con los ojos haciendo chiribitas, dará por culo a su vecino, quién sabe si en un término literal, para demostrarle que ella es la misma muerte encarnada.

Tengo claro que mi obsesión con el terror comenzó cuando de vuelta del colegio, benditos tiempos sin la sobreprotección paterna, pasaba por delante de diferentes video clubes que no tenían reparo en exhibir su mercancía de cara al público. En concreto la mayoría parecían sentir especial devoción por el cine de género, surtiendo con mayor ahínco y asiduidad la sección de terror. De esta manera me provoqué una y mil pesadillas absorbiendo las carátulas de “Re animator”, “Trans gen”, “Terrovision”, “Gomia”, “Alien 2 (falsa)” y toda esa mierda que, dejando de lado el no debate sobre la calidad dentro de nuestro cine, sigue ardiendo sobre la boquilla de mi pipa de agua.