Tiger House

Tiger House es otro ejemplo más de “home invasion”: Kelly se cuela en casa de su Mark, su novio, sin que los padres de éste se enteren, puesto que no aprueban su relación. Sin embargo, elige la noche equivocada: cuatro encapuchados irrumpen en la mansión en busca del dinero del padre, y están dispuestos a acabar con todos ellos si es necesario…

Pero, para quien escribe, Tiger House es un buen ejemplo de “home invasion”. Sin ser una obra maestra, ni probablemente siquiera una gran película, y más volcada en el suspense y menos en la violencia que otros ejemplos de este subgénero, ofrece los suficientes elementos de interés para que a un servidor le pareciese un entretenimiento perfectamente disfrutable. Por un lado, su punto de partida: al igual que el asesino de The Collector, que cree estar solo en la casa, los asaltantes de la mansión, así como los padres de Mark (Daniel Boyd), ignoran que Kelly (Kaya Scodelario) estaba en la habitación de su hijo. Así, Mark, al escuchar ruido, sale a ver qué sucede, lo que deja a la chica sola en el dormitorio. A partir de aquí, la película asume un riesgo bastante grande a la hora de organizar su estructura. Se dividirá en dos partes: una primera, en la que Kelly se oculta bajo la cama, mientras que uno de los asaltantes, malherido, yace en el lecho, y una segunda en la que consigue abandonar su escondite y comienza el contraataque.

Personalmente, pienso que cualquier película de género, en especial un thriller de estas características, debe encontrar constantemente buenas situaciones de tensión, o una lo suficientemente grande que sostenga la mayor parte del metraje. Y creo que en Tiger House se encuentran buenas muestras de ambas. Mientras Kelly está escondida debajo de la cama, Tom Daley, director, y su guionista, Simon Lewis, plagan su estancia de descuidos, de momentos en los que está a punto de ser descubierta, y de informaciones que ésta averigua gracias a su situación privilegiada, y es un decir lo de “privilegiada”, porque el intruso malherido que está en la cama, Shane (Dougray Scott), es el jefe de la banda, y cuidando de su salud se encuentra el desequilibrado y violento Callum (Ed Skrein).

Como decimos, en un momento determinado, Kelly consigue abandonar su escondite, pero esto no significa el fin de las situaciones tensas. Uno de los mayores aciertos de la película es que no desaprovecha prácticamente ningún momento para provocar tensión. Esta tendencia, incluso, llega a ser excesiva, forzándose un tanto algunas situaciones para generar suspense. Y, si no, sirva como ejemplo, para quien se decida a verla, la escena de las escaleras del tramo final, mientras que conversan, al pie de las mismas dos asaltantes: el suspense se crea por planificación porque, espacialmente, es prácticamente imposible que los villanos no descubran a Kelly.

En el apartado técnico, la película no está nada mal, y eso que hablamos de una obra de bajo presupuesto y equipo de poca trayectoria en largometrajes (es el debut del director Tom Daley en este campo tras varios cortos). El escenario es casi único, la casa. Y, aunque a veces es evidente que el exterior de la mansión no se corresponde con el interior que vemos (únicamente varias estancias de un supuesto gran chalé), en general está bastante bien suplida esta carencia. Quizás, se eche de menos un poco de más imaginación por parte de Daley a la hora de planificar, pues junto a grandes aciertos también hay algunos recursos repetidos. Y, definitivamente, la omnipresente música (prácticamente, no deja de oírse a lo largo de toda la película) es, probablemente, de lo más discutible: muchas veces ayuda a potenciar la tensión; otras tantas, estos momentos brillarían mucho más en silencio que siendo subrayados. El sonido tampoco está todo lo acertado que debería la mayoría de las veces: es imposible que, estando en la estancia de abajo, los asaltantes no escuchen los ruidos y golpes que hace Kelly en la habitación de arriba, por ejemplo, y en un caso así, dirección y sonido debían haber tenido en cuenta la situación espacial de la casa.

En cuanto al elenco actoral, el gato al agua se lo lleva Ed Skrein y su acertada recreación de un malvado desequilibrado que, en cualquier momento, puede saltar. Kaya Scodelario, Kelly, la chica protagonista, conseguiría un “notable” para quien escribe: si bien no acaba de cuajar del todo como heroína, sí que encaja a la perfección como chica normal envuelta en un buen embrollo. Por tanto, sus escenas funcionan mejor o peor dependiendo del registro que precise en cada momento.

Tiger House es, sin duda, una película muy entretenida y repleta de momentos de tensión. Sin embargo, como se ha apuntado antes, no todos estos momentos funcionan igual de bien (aunque servidor agradece que estén ahí, en vez de otros de relleno o neutros). Y algunos, decididamente, se convierten en puntos flacos de la función: por ejemplo, uno tan importante como la salida de debajo de la cama de Kelly. Es uno de los pilares de la obra, y es bastante forzado e increíble. Igualmente, en el tramo final los asaltantes toman una decisión que cualquier espectador duda que sea la más acertada, y todo en función de incrementar la tensión. El guión acierta al sacar partido a multitud de recursos (no puede funcionar mejor, para quien escribe, la historia de la ballesta), pero yerra a la hora de provocar cambios importantísimos de comportamiento en algunos personajes en poco tiempo, y en ciertos momentos vuelve los diálogos demasiado explicativos. A pesar de todo esto, Tiger House es divertida y tensa; es, tal vez, el reverso palomitero de tantas y tantas “home invasions” mucho más duras y violentas vistas en estos últimos años, pero personalmente pienso que no por ello deja de ser un entretenimiento absolutamente recomendable.