Marshrut Postroen

Un matrimonio, en plena crisis a causa de las infidelidades de él, compra un coche de segunda mano sin saber que el cadáver descuartizado de una mujer, víctima de malos tratos, estuvo durante días en el maletero, encantando con su ánima hasta la última tuerca del vehículo.

Sustos por aquí, sustos por allí, la música se torna amenazante, sobresaltos hasta debajo del cojín. ¿A eso ha quedado reducido el terror sobrenatural en la actualidad? Hacer saltar de la silla al público mediante un sobresalto inesperado siempre se ha demostrado un recurso excelente para recordarle al espectador que está viendo una película de miedo, cierto que éste posee muchas formas y colores, pero un buen susto es la mejor conmemoración del peligro que supone vivir, homenaje al atavismo que convierte una simple sombra en una amenaza para nuestra frágil existencia. Pero, ¿en qué momento se pasó del uso al abuso? ¿Cuándo George C. Scott se quedaba helado mientras veía descender una pelota de las escaleras de su recién adquirida mansión? ¿Cuándo el muñeco de un payaso saltaba atacaba a un niño gracias a la imaginación de Spielberg? ¿Cuándo un adolescente contemplaba, mudo de pánico, como una mujer era desangrada en la casa de enfrente por un atractivo vampiro? El momento concreto carece de importancia, la cuestión es que ahora mismo pocas películas de terror sobrenatural deciden adoptar una postura psicológica y prefieren lanzarnos a la cara telarañas de pega al ritmo de grabaciones de alaridos, siempre ha sido así, pero nunca de forma tan desorbitada y obvia. Es fácil entender esta decisión, un guión que obligue a pensar al espectador no suele dar un rendimiento inmediato en taquilla, mientras que películas como “Paranormal Activity” han demostrado lo lucrativo que resulta hacer de las apariciones fantasmales un espectáculo de fuegos artificiales. Siglo XXI y sutileza, conceptos difíciles de maridar cuando una creación artística tiene una vida media de poco más de un mes.

“Marshrut postroen” es el perfecto ejemplo de esta tesis. Estamos, ni más ni menos, ante un simple conjunto de sustos, unidos con poca materia gris e inspirados tanto por los tópicos del j-horror como por los títulos de la “Blumhouse”, a juzgar de las veces que tengo que nombrar a la dichosa productora parece que una nueva forma de explotación haya nacido oficialmente más allá de los “mockbusters” de “The Asylum”. Este proyecto comercial, a pesar de tener un presupuesto de sólo un millón de dólares se postula como una apuesta decididamente mercantilista, también es conocido internacionalmente como “The Route is Built”, una traducción bastarda de la denominación rusa original, y los últimos meses ha sido anunciada también como “Paranormal Drive”, clara demostración de cómo buscan las distribuidoras colocarnos esta película. Podríamos decir que estamos ante la respuesta rusa del cine de horror que devora adolescentes en las plateas, ni más ni menos, con sus cosas malas y sus cosas menos malas.

Algo positivo de esta sería su origen, y no lo digo por estar basada en un crimen real. De nacionalidad rusa, vemos cierta idiosincrasia en su gélida realización, aunque sólo sea por la ausencia de cualquier beatificación de las fuerzas sobrenaturales que llenan cada instante del metraje. Olvidaos del puñetero fantasmita que primero intenta asustarnos y luego se despacha a gusto lanzando advertencias útiles contra un mal mayor. Es cierto que la conclusión, ambigua a su manera, deshace esta fuerte aureola de amenaza que desprenden los espectros de la cinta, pero tampoco se reduce al final feliz, en todo caso agridulce, al que se están entregando sus compañeras occidentales.
¿Lo malo? Que lo anterior es de lo poco bueno que encontraremos argumentalmente en “Marshrut postroen”, muy castigada por una historia de poco recorrido. Para este paseo casi no hacía falta un coche, con un triciclo nos hubiese bastado.

Al menos podemos apuntar otro título a la corta lista de películas de horror con un coche como principal amenaza, sobrenatural o no. Por Almas Oscuras han pasado “Dead End”, “Blood Car”, “Upir Z Feratu”, “Altitude”, “Hybrid”, “El Diablo sobre Ruedas”, “Wrecker”, “The Wraith”, “Yo compré una moto vampiro”; películas que más o menos se acogen a ese concepto del vehículo como elemento de terror. Sin embargo, sería la presente la más simple de todas en cuanto a argumento: la pareja protagonista y su hijata emprenden un viaje con destino al aeropuerto a bordo de un coche maldito. ¡Y ya no hay nada más que destacar! Hablaba un poco más arriba de ese tramo final que intentar ofrecer una vuelta de tuerca, ya muy vista, señores, como principal atractivo de los ochenta minutos de sustos y frenazos bruscos, pero ni eso salva a “Marshrut postroen” de ser muy predecible.
A pesar de ello, reconozco que la obrita goza de buen ritmo. Su director y guionista, Oleg Assadulin, conocido en Europa por la decepcionante “Phobos”, se vuelca en llenar el metraje de fenómenos paranormales, en gran medida predecibles y tópicos, aunque todos rodados con cuidado y beneficiados por una fotografía nocturna digna de mención. Hecho que satisfará al espectador poco exigente o inexperto. Por mi parte, esperaba bastante más, no puedo esconder mi decepción ante una proyecto sin personalidad alguna y, realmente, muy desaprovechado, pues el claustrofóbico espacio de un coche creo que daba para algo más que sustos facilones e inocuos.

En el terreno de las actuaciones tampoco hay nada que destacar: actores que demuestran su exigua carrera con una muy baja intensidad a la hora de abordar unos personajes que, por otro lado, daban un poquito de juego al estar sumergidos en una espiral de terror que debería haberlos transformado/trastornado de una forma más natural, pues sus explosiones de carácter lucen muy forzadas. Existiendo una sub trama de violencia de género, tal vez se podría haber explotado más la decadente relación del matrimonio dueño del coche. Aunque a decir verdad, ellos son lo menos importante de la función, pues si la narrativa avanza a base de efectismos, son estos los principales protagonistas de la trama. Y hay que darles un pequeño tirón de orejas, pues si bien el sonido acompaña correctamente a la ambientación de ultratumba, los efectos especiales dejan que desear en momentos fundamentales para sustentar la atmósfera. Quizás el problema radique en haber abusado de ellos, el CGI es un arma de doble filo.

Otra película más de apariciones y personajes a los que les cuesta reaccionar de manera lógica ante ellas, aunque en este caso existe cierta razón para ello que dejaremos al conocimiento de los que se atrevan a ver la cinta. Puede valer para los poco exigentes, a los que encarecidamente les pido que rebajen sus expectativas y visionen “Marshrut postroen” a altas horas de la noche, sin tomársela muy en serio y con el volumen a todo trapo. Quizás así puedan aprovechar el viaje en este coche encantado como si de una atracción de feria se tratase.