I Am a Hero

¡ACHTUNG! La reseña puede contener SPOILERS.

Un día, al regresar del trabajo a última hora de la tarde, Hideo es testigo de un accidente de tráfico en el que un automóvil choca contra un peatón cercano, matando a la víctima instantáneamente. Sin embargo, a pesar de lesiones graves que incluyen un cuello roto, el cuerpo de la víctima se levanta y se aleja. Hideo se pregunta si esta es otro de los desmanes de su desbocada imaginación, responsable de un épico manga que nadie quiere publicar, pero extraños y macabros acontecimientos, que se suceden a su alrededor tras la violenta epidemia de gripe, parecen apuntar en otra dirección.

“I am a hero” es una de las mejores películas de muertos vivientes que he podido ver en los últimos años. Muy superior a la predecible, convencional y poco peligrosa “Train to Busan”, y una de las escasas muestras de terror japonés actual que merece la pena. Aunque su tramo final devenga en un festival de sangre que roza el ridículo por la vía de la exageración infantil, a la que son tan dados los nipones, la película de Shinsuke Sato triunfa en conseguir que las primeras apariciones de sus “infectados” provoquen tanto sorpresa como escalofríos. Con cierta influencia del genial Junji Ito, uno de los más grandes maestros del horror escrito, los zombies que pululan por “I am a hero” no son los clásicos seres arrastrados y previsibles que han sido absorbidos y vomitados por la maquinaria cinematográfica. Lanzan frases incoherentes al aire, sufren mutaciones físicas más o menos obvias, tienen un gusto por lo extraño que resulta un soplo de aire fresco dentro del sub género, el cual ha sufrido un estancamiento crítico en este nuevo siglo.

Pero lo más importante, esta capa de novedad esconde y potencia los pilares básicos de toda película de zombies que se precie: supervivencia, violencia y personajes con los que volcarte; a través de los cuales puedas vivir la experiencia en pantalla como propia. En concreto su protagonista: Hideo (se pronuncia de forma muy parecida a “hero”), bloqueado en la vida como ayudante de un dibujante de mangas, un tipo corriente y gris que podría pasar por el típico treintañero fracasado, pero, como bien dice su propio título, todos escondemos un héroe dentro. Simplemente a la espera de un entorno que propicie el resurgir de esta heroicidad innata. Y es en esta simpleza que el espectador, especialmente uno masculino próximo a la edad de Hideo, treinta y cinco años muy mal llevados, se sentirá identificado y se dejará llevar por la abundante acción de la cinta. Que a pesar de su extensa duración, ciento veinte minutos, sólo pierde el ritmo durante ese final gore, donde una edición más estricta hubiese puesto la guida final a una entrañable obra.

Basada en un maga homónimo del autor Kengo Hanazawa, no sabría deciros si “I am a hero” supone una adaptación fiel, coherente o si importa ese hecho en algo. Es decir, lo importante es el resultado en pantalla, y creo que el guión de Akiko Nogi sabe caminar por el alambre sin perder el equilibrio. No se olvida de algún pasaje emocional pero sin ahondar en los clichés de manera melodramática, haciendo de cada aparición de un nuevo zombie puro espectáculo donde la agresividad de estos monstruos toma el control, creando una aureola de peligro que un servidor ya echaba en falta. A su vez, Nogi sabe centrarse en la lucha de Hideo por sobrevivir y aceptar su destino en este nuevo mundo infestado de criaturas hambrientas de carne y, deje igualmente sensible, poseedoras de una hiriente tendencia a recordar lo que fue su vida. Nuestro dibujante de mangas frustrado se erige en el centro de toda la trama, casi vemos el apocalipsis a través de sus ojos, una visión en parte desapasionada aunque entendible dada la idiosincrasia nipona. Un sesgo cultural que no es tan profundo como parece a simple vista, la película tiene muy presente al público internacional, pero que destaca en lo que al tratamiento argumental de las armas de fuego se refiere.

En Japón la ley es muy estricta con la tenencia de armas de fuego. Es difícil conseguir un permiso para caza y muy caro mantener una escopeta en casa. Sin embargo, Hideo se dio un capricho a este respecto haciendo que su rifle forme parte intrínseca del argumento de “I am a hero”. Siendo su utilización, primera y última, el punto álgido del film, cuestión que nos lleva directamente a esa exageración pueril de la que os comentaba más arriba. Casi como si el guionista fuese un niño, le otorga a la posesión de un arma de fuego capacidades mágicas. El entorno es fantástico, obviamente, pero la resolución, casi como si hablásemos de un bastón mágico extraído de “Dungeons & Dragons”, tira por una vertiente de comic que agua la impactante presencia de los zombies, los cuales van perdiendo incisivo con el paso de los minutos. Nada comparable a la aparición del primero de ellos: la novia de Hideo, víctima de una dolorosa transformación de la cual querrá hacer partícipe a su pareja, siendo que previamente ya lo había jodido al echarlo de casa. En estos datos podéis observar parte del patetismo del protagonista, base para que el nacimiento de ese nuevo héroe sea un evento más jugoso.

La trama es muy sencilla. Nos deja con una conclusión que obviamente habla de saga, y es que los mangas son demasiados en número como para adaptarlos de golpe. Una vez que el virus de origen desconocido se apodera de todo Japón, Hideo consigue llegar a una zona rural tras una espectacular escena a bordo de un taxi. Esta secuencia supone un buen ejemplo de cómo suministrar acción sin dejar que el espectador sepa cómo va a acabar la cosa, algo que no podría decir cierta película coreana. Hasta esa “zona fría” llega acompañado de una joven a la que un bebé ha mordido; inoculando suficiente virus como para robarle la humanidad, pero no suficiente como para alinearla del lado de los muertos vivientes. Entre ellos, y reconozco que esa parte es ligeramente superficial, se crea un lazo inquebrantable que empieza a mostrar al Hideo héroe de nuestros amores. Pues lejos de abandonar a la chica, algo que sí hace en primera instancia, la llevará junto a él en busca de una cura en lo alto del monte Fuji, donde los rumores dicen que el virus desaparece. A partir de este punto la cosa decae hasta la escena final donde Hideo se erige como el último defensor de un bastión de supervivientes ubicado en un centro comercial, ¡cómo Dios Romero manda!

Dejando de lado su argumento, técnicamente hay que alabar a “I am a hero” una y otra vez. La fotografía oriental otra vez se convierte en el plato fuerte del menú. Una claridad e iluminación prístinas para regalarnos secuencias panorámicas y planos cortos rodados con mimo. Realzando de esta forma una acción que cuando se prodiga no tiene que envidiar a cualquier súper producción de Hollywood, diría que incluso siendo superior en muchos aspectos, por el descaro con que el gore hace su aparición cuando menos te lo esperas. Maravillosos efectos especiales que equilibran de manera esperanzadora los maquillajes tradicionales con el retoque infográfico. Y es que la película se muestra generosa en cuerpos destrozados y cabezas reventadas, a veces tanto que uno terminar por no tomársela en serio: ¿dos muertos vivientes reventados de un disparo? Recurso del que se abusa mucho, para mi gusto.

A esta exquisitez técnica acompañan unas interpretaciones sólidas, más cercanas a la sensibilidad occidental que a la nipona. Destaca, como no podía ser de otra forma, Yô Ôizumi ejerciendo del talludo Hideo. La experiencia del actor, conocido en Japón por dar voz al famoso profesor Layton de los videojuegos, se deja notar en la contenida energía con que aborda su papel, sabiendo dosificar la heroicidad en lo ingenuo de su mirada. Y aunque el resto del elenco, unos secundarios adecuados para estar lejos del foco, lo hagan considerablemente bien, quedan opacados por Ôizumi; en buena medida culpable del éxito que pueda tener “I am a hero” entre vosotros, exigente público.

No me resta más que recomendar esta interesante película tanto a los amantes de los muertos vivientes como a los del cine japonés de terror; quizás sea cierto que los aficionados generalistas no le sepan ver la gracia a la típica historia de superación, pero siempre es posible dejarse llevar por sus genuinos destellos de tensión. Podréis disfrutar de un raro equilibro entre forma y contenido q$ue, lo mejor de todo, consigue entretener y mantenernos atentos durante su extensa duración. En mi caso me quedé con ganas de continuar acompañando a Hideo en su periplo hasta el monte Fuji. Ahora que ya no le quedan cartuchos, será interesante ver como se enfrenta a los peligros de un mundo donde la supervivencia humana cobra verdadera dimensión propia incluso en países desarrollados.