Tiburón negro

Como cada verano, es de recibo y de ser un buen ciudadano acudir a salas a ver la película de terror de tiburones que se estrene en época estival. Sé que el lector de este medio tiene un alto nivel de conocimiento y no hay que explicarle, al menos detalladamente, como en los últimos años la producción de cintas con escualo homicida de por medio ha crecido, siendo paralelo a esto cómo ha bajado la calidad de los títulos. Con todo, siempre hay producciones que siguen manteniendo un nivel y que hacen que los fans del cine de tiburones no se vuelvan locos (más). Ya desde la excepcional The Shallows, pasando por el díptico A 47 Metros, Infierno bajo el agua (aunque eran caimanes en esta) o The Meg, que tendremos segunda parte en breves y que, de hecho, esta Black Demon que hoy nos ocupa se presentaba como un aperitivo de la secuela del filme de Jason Statham.

Me he dejado, en esta intrínseca lista una película, de 2021, conocida en nuestro país como Tiburón Blanco y la he querido dejar para el final porque la meto en el mismo saco que Tiburón Negro. No se trata de una colección de tiburones de varios colores, sino de cintas que han llegado a salas y, sinceramente, deberían haberse quedado en ese ya casi extinto “directo a video”, que es el streaming de hoy.

Y es que, aunque se agradece, Tiburón negro no llega a mantener nunca el nivel de las anteriores mencionadas. Producción dominicana-estadounidense que se basa en una antigua y supuesta leyenda mexicana con Josh Lucas en el reparto o Fernanda Urrejola, de Narcos: México.

Su principal problema es que la narrativa de la película hace aguas por todos los lugares, se desencadenan una serie de acontecimientos que llevan a los protagonistas a quedarse rodeados en alta mar por el gigantesco megalodón y cuando la trama avanza lo hace complicándose en exceso, dando demasiadas explicaciones que nadie ha pedido para este tipo de producción y obviando casi siempre lo verdaderamente importante, ver al animal en acción devorando personas. El comportamiento, por otro lado, de la criatura es errático. En ocasiones es rápido, en otras lento, de repente es enorme, luego no tanto… Problemas que podrían pasarse por alto si de verdad se le diese a la película una naturaleza de terror submarino, pero en lugar de ello parece más obsesionada con aleccionarnos sobre ecología y capitalismo, cuando lo que queremos, no nos engañemos, es ver a la bestia haciendo de las suyas. Por lo menos aquí.

El reparto si parece pasárselo bien en la plataforma donde se desarrolla el 80% de la película, y se esfuerzan en que al menos sea creíble todo lo que acontece por encima de la superficie del mar.

Ignoro cuanto habrá de cierto o de falso en la historia que ha inspirado este libreto, lo que si que no puedo ignorar antes de despedirme son los otros títulos que el séptimo arte nos ha regalado con el concepto del megalodón en pantalla, además de la ya mentada; véase Megalodon (2002) de Pat Corbitt a comienzos de siglo o la tercera parte de la infame trilogía de Shark Attack, Shark Attack 3: Megalodon. Tras esto llegaron todas esas exploit del exploit como Jurassic Shark, Super Shark o las mejores, las luchas crossover definitivas como Mega Shark vs. Giant Octopus. No olviden tampoco la versión Asylum de 2018 con Michael Madsen como protagonista. Grandioso.

En definitiva, Black Demon es prescindible a no ser que seas un completista esquizofrénico del subgénero de tiburones. Igualmente, si estás leyendo esto, es posible que lo seas.