Megalodón 2: La fosa

Cuando empezaron a llegar noticias sobre el proyecto de Megalodón, mis expectativas se pusieron por las nubes. Si, soy uno de esos raros completistas del subgénero o temática de tiburones chungos. Si, soy un poco masoquista. Y es que, si te metes en esto, tienes muchas papeletas de ver una cantidad ingente de morralla. Son pocas las películas realmente buenas sobre tiburones. Obviamente, ahí está la obra maestra de Steven Spielberg, y desde que se estrenó en 1975, creando pánico en todas las costas de veraneo del mundo, ninguna ha conseguido si quiera acercarse. No obstante, en lo que va de siglo XXI, han surgido algunas propuestas interesantes, como El arrecife (2010), Infierno azul (2016) o A 47 metros (2019). Aunque todo parecía indicar que Megalodón (2018) se uniría a ese selecto club, por desgracia no fue así. Hablo subjetivamente, ojo, porque lo que fue en taquilla, el éxito es indiscutible: 529 millones de dólares en todo el mundo, con un presupuesto de 130. De algún modo, dieron en el clavo en cuanto a conexión con el público que buscaba evasión sencilla. Además, en última instancia decidieron recortar un poco de aquí y de allá, rebajando el nivel de sangre y lenguaje malsonante, consiguiendo una calificación PG13 en lugar de R (mayores de 18 años). Y vaya si les funcionó... No solo a ellos, sino que el mismo año hicieron lo mismo con igualmente mediocre Venom. Cosas del negocio. 

Sea como fuere, tamaño éxito provocó que, cinco años después, estemos hablando de Megalodón 2: La fosa. Una secuela ya creada directamente pensando en el mercado chino, uno de los principales responsables de la rentabilidad de la primera entrega. Tanto, que aquí Jason Statham, aunque vuelve como héroe de la función, tiene que repartirse el protagonismo con la mega-estrella china Wu Jing, protagonista de alguno de los mayores taquillazos recientes de su país: Wolf Warrior 2 (2017), La batalla del lago Changjin (2021) o The Wandering Earth 2 (2023). Su amplia presencia en Megalodón 2 es la razón principal por la que, aunque en Estados Unidos haya pinchado, finalmente estaremos hablando de un nuevo éxito y posiblemente una tercera entrega, ya que en China va camino de los 120 millones. 

Entonces, ¿Megalodón 2 es mejor que la primera? Pues viene a ser más de lo mismo a nivel de propuesta: cine de monstruos gigantes (ahora, unos cuantos más y variados) para toda la familia, con lo bueno y lo malo que pueda derivar de esta decisión. A ver, yo soy partidario de que este tipo de películas sean más cañeros, pero entiendo que, por motivos económicos, prefieran ir en la línea de un Jurassic World o un Kong VS. Godzilla, aunque cinematograficamente sea inferior a estos ejemplos. La idea es esa, pero también la de ser una serie B, en espíritu, con acción loca y cafre, whiteliners y un montón de referencias a la explotación de los 70 y 80 de tiburones, o incluso a la moda pocha que se sacaron de la manga los de Asylum. Y no, por alguna razón, aunque lo tiene todo para ser una película loca y divertida, un gran placer culpable de verano, en conjunto debería haberlo sido más. 

Tenemos dos partes en Megalodón 2. La primera, rapida presentación de personajes aparte, se desarrolla en la fosa del título. Y oye, hay cierta expectación con este descenso a los abismos del océano donde sabemos, se van a dar de bruces con varios megalodones y alguna que otra criatura todavía más grande (los trailer, los póster...). El problema de esta primera mitad es que se desaprovecha prácticamente por completo el concepto, el escenario, y todo deriva en una sucesión de escenas que pretenden ser frenéticas, pero quedan en confusas por una fotografía pésima y un montaje atropellado, y cuando quieren ponernos en tensión o crear cierto dramatismo con la posibilidad de perder miembros del reparto... pues la verdad es que nos dan un poco igual los secundarios, y sabemos de sobra cuales son los que van a sobrevivir. Por suerte, nos vamos a la superficie y comienza la segunda mitad: es aquí donde, a pesar de que el PG13 no deja dar rienda suelta a una locura rollo Piraña 3D (2010), al menos se ponen autoconscientes y entienden que, por mucho que haya costado 130 millones, esto es una serie B (o Z) de evasión en la que esperamos ver con claridad a los monstruos asaltando las costas y a los héroes haciendo fantasmadas mientras nos guiñan el ojo. Y es aquí también donde los pocos aciertos de la primera entrega, se acentúan y queda algo digno y entretenido. 

Viendo esta película, me queda claro que en un futuro muy cercano, si no está sucediendo ya, las inteligencias artificiales escribirán muchos guiones. Este sería un claro ejemplo de las primeras apuestas por la IA, así, aprendiendo. Luego, le das el libreto a un cineasta indie interesante como Ben Wheatley, el de Kill List (2011), Turistas (2012) o High Rise (2015) para, acto seguido, quitarle todo atisbo de su estilo como autor a cambio del cheque y tirando millas.