black Friday

Eli Roth tuvo una carrera más que prometedora en los comienzos del presente siglo apostando por un cine violento y visceral que competía en crudeza con el horror llegado de Francia. Debutó con Cabin Fever, donde literalmente desangró a sus personajes y nos impactó con la extrema violencia (es mucho más puritano en lo tocante al sexo) de las dos entregas de Hostel que, aparentemente, han marcado una cima que nunca ha llegado a superar con el resto de sus producciones. Ni le funcionó su Green Inferno, donde no se atrevió a actualizar el cine mondo italiano en el que claramente se inspiraba, ni supo sacar partido al tórrido trío compuesto por Keanu Reeves, Ana de Armas y Lorenza Izzo en Toc Toc (repito que es un puritano). Black Friday, cuyo título original es Thanksgiving pero en España se ha adelantado un día en el calendario, supone el regreso de Roth a lo que aparentemente le sale mejor: filmar violencia a mansalva. La cinta expande el divertido cortometraje que realizó en el proyecto Grindhouse de su amigo Quentin Tarantino.

Un año después de que una avalancha humana en unos grandes almacenes terminara en tragedia el día de Acción de Gracias, varias de las personas implicadas en este drama afrontan la llegada del aniversario. Desgraciadamente para todos, un enigmático asesino, disfrazado con la careta de uno de los colonos fundadores de la ciudad, está empeñado en vengarse de todos los cómplices de esta tragedia silenciada por motivos empresariales. Conforme el asesino vaya sumando víctimas, la hija del propietario del almacén donde se desató el caos empezará a barajar varios sospechosos de su círculo más cercano.

Los aficionados al slasher saben que, aunque son muchos los títulos que se estrenan, pocos logran entregar en su justa medida los ingredientes que uno viene a buscar. Así que lo justo es empezar diciendo que este slasher de Roth cumple tanto en ritmo como en un generoso número de víctimas y que no escatima en un gore desagradable pero también muy divertido. La película sigue al pie de la letra los cánones que marcaron sus pioneras: La quema, Vienes 13, Halloween, Sleepaway camp o El tren del terror. De hecho, Roth esconde micro homenajes a los slashers desde el plano de inicio de la cinta, similar al Halloween de Carpenter o al bautizar al gato de uno de las víctimas con el nombre de uno de los protagonistas de Scream.

Desde la secuencia inicial del gran almacén nuestro interés se salpimenta con cortes de cristales terribles, una cabeza machada y algún hueso roto por varios puntos. Roth va a por todas y nos va a matar de grima en muchas ocasiones. Esta violencia gratuita viene al rescate del terror, que es de poca intensidad, para tenernos expectantes sobre quién será la nueva víctima de este asesino enmascarado y cómo será su muerte. En ese juego de intriga de las ejecuciones, encontramos un acercamiento de Black Friday con la saga Destino final, ya que Eli Roth juega al despiste con la construcción de las escenas, para que pensemos que las víctimas van a morir de una manera y sorprendernos cargándoselas de otra. Haciendo más evidente esta referencia, una muerte en un coche nos remitirá claramente a la segunda entrega de esa saga.

Plagada de humor negro y muertes creativas, tal vez los elementos más endebles de la cinta se encuentren en los personajes. Por un lado, su protagonista no es una final girl memorable y parece más preocupada en temas románticos propios de una serie juvenil de Disney, que por salir viva de todo el embrollo. Por otro lado, tenemos un suspense endeble ya que a poco cine que hayamos visto deduciremos quién es el asesino antes de que el film llegue a su ecuador.

En general, aunque no es difícil superar a muchos de los slashers que han aterrizado en los últimos años, Black Friday es una película solvente que fácilmente se colará en las listas de lo mejor del terror de este año y que se queda en el filo de ser un referente del subgénero. El final apunta a que podría tener otra oportunidad de hacerse con el podio en una secuela. Por ahora, tiene un diploma de honor.