The Haunting

Una vieja casa, de ésas que algunos dicen que están encantadas. Como un país no descubierto que espera ser explorado. La casa de la colina tiene 90 años y podría sumar otros 90. El silencio pesa sobre sus maderas y sus piedras y quien ande en su interior… anda solo.

Ésta es la inquietante presentación, los primeros segundos, de una de las joyas del cine de terror de todos los tiempos. Un cuento de casa encantada que, sin recurrir a efectos especiales ni pirotecnia facilona lograba, y aún lo hace, mantener una atmosfera inquietante y tensión narrativa singulares. Una digna traducción al celuloide de la novela de Shirley Jackson, considerada por muchos como la mejor novela de fantasmas del pasado siglo. Publicada por primera vez en 1959, “The haunting of hill house” era un cuento sobrenatural que utilizaba un lenguaje directo y mezclaba la parapsicología con lo banal y superficial de manera simple; creando una atmosfera desenfadada que se veía rota, de a poco en el principio y de forma constante al final, por escalofríos.

Al igual que hiciera Henry James en Otra vuelta de tuerca (cuya versión “The innocents” espero reseñar en breve), la historia puede interpretarse desde dos ángulos: el sobrenatural, si damos por hecho que existen fantasmas, o el psicológico, si consideramos todo fruto de la sugestión de sus personajes. En cualquier caso aquí lo sobrenatural será mucho más tangible que en el texto de James.

Con el fin de demostrar la existencia del más allá, el doctor Dr. John Markway (Richard Johnson) ha planteado un revolucionario experimento: un encierro voluntario en una casa supuestamente encantada, “la casa de la colina” considerada el Everest de las casas con espíritus. Para ello invita a toda una serie de personajes involucrados en acontecimientos sobrenaturales. A su ofrecimiento sólo acudirán dos mujeres: Theo (Claire Bloom ), una sofisticada y socarrona psíquica. Y Eleonor (Julie Harris), una torturada mujer que ha encontrado en la invitación a Hill House la excusa perfecta para escapar a su agobiante realidad. Cerrará el grupo Luke (Russ Tamblyn), futuro heredero de la propiedad y un absoluto descreído de cualquier cosa que no sea tangible o económicamente provechosa. Poco a poco, irán descubriendo las sorpresas de la mansión y comenzarán los primeros episodios inquietantes. Episodios que giran en torno a la frágil Eleonor.

Como decía anteriormente, uno de los mayores aciertos de la cinta es la presentación de dos tipos de fantasmas. Por un lado tenemos los cuestionables, los fantasmas como tales, presencias del pasado que han impregnado el lugar, que lo han infectado y cuya ponzoña supone una amenaza a nuestra integridad. Por otro, los fantasmas reales, acontecimientos vividos por nosotros e igual de dañinos que, mediante la culpa y la frustración, erosionan y debilitan la integridad de Eleonor convirtiéndola en una presa fácil no sólo de la casa, sino también de ella misma. Atrapada por estas dos fuerzas y sin apenas ayuda de sus compañeros, más centrados en sus propias cuestiones, Eleanor no tendrá demasiadas opciones de éxito.

El terror de The haunting es totalmente atmosférico y se basa casi exclusivamente en la edición y los efectos sonoros. La intención no es llegar al terror mediante el susto (aunque los haya) sino la de sobrecoger de forma creciente al espectador y mantenerlo en un punto alto del que no lo soltará hasta el final de la historia. A este estado también ayudará otro de los protagonistas de la historia: la propia casa. El director Robert Wise (responsable de grandes títulos de la historia del cine y que en su dilatada carrera tocó prácticamente todos los géneros) apostó por el blanco y negro y por una fotografía febril de planos recargados hasta el horror vacui, composiciones desequilibradas y movimientos de cámara abruptos. Una realización novedosa en su momento. Y que, más adelante, ha sido explotada y perfeccionada por otros directores, de la que beben películas como Evil dead o Repulsión. Por su parte Wise debe, en gran media, a Psicosis los primeros minutos de la cinta; y es que el viaje de Eleanor a la mansión guarda muchísimas similitudes al que tomara Janet Leigh un par de años antes.

Las actuaciones son fantásticas y aunque toda la cinta apuesta por dibujar casi exclusivamente al personaje de Eleanor el resto del reparto estará brillante en sus papeles. Hay que destacar especialmente, además del magnífico trabajo de Julie Harris, la brillante construcción que realiza Claire Bloom de la alegre y sexualmente ambigua Theo, alter ego y contraste de nuestra heroína. Y es que la atracción sexual será otro de los sutiles elementos que devore y confunda a la virginal Eleanor.

Con respecto a la historia de terror, tanto el libro como la película del 59, apuestan por no indagar demasiado en la naturaleza sobrenatural que envuelve la casa. Conoceremos la vida de sus antiguos moradores, brillantemente narrada en la secuencia inicial, pero no el motor que hace que en el lugar ocurran cosas inexplicables; algo que en mi opinión es todo un acierto y que invita al espectador a crear sus propias teorías, tal y como pasaría en la vida real.

Estamos ante un título sutil, de terror moderado pero fantásticamente narrado, que tiene en la sencillez de sus pretensiones su mejor baza para gustar… Todo lo contrario a lo que hizo su nefasto remake de 1999, donde su director (Jan de Bont) plagó la casa de efectos especiales, pirotecnias de todo pelaje y una evidente y mascada historia de fantasmas atrapados en el plano terrenal, para contar lo mismo con menos fuerza narrativa, pese al despliegue de medios a su alcance. Lo único reseñable del remake es poder dibujar la bisexualidad de Theo de forma más fiel a la novela, algo que Robert Wise no pudo hacer, aunque tampoco lo necesitó… Y es que el que sabe, sabe. Y el que no, dirige Twister…