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Pesadilla en Canyonland

Ira albina

Pesadilla en Canyonland

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DIVERSIÓN:
TERROR:
ORIGINALIDAD:
GORE:
  • 3/5

Amigos aficionados a la basura fílmica, con “Pesadilla en Canyonland” han sido oídas vuestras súplicas. Gloriosamente producida en 1988, aunque gracias a su rancio aspecto podría pasar por unos cuantos años más vieja, esta extraña mezcla de cine de acción, zombis y western viene rodada tan en serio como inconsistente es su guión o las actuaciones carecen de peso específico alguno; eso a pesar de contar con nombres reconocidos dentro del séptimo arte. Cine descerebrado que engordaba los fondos de catálogos de los videoclubes mezclando las primeras ideas surgidas de un mal viaje de absenta con armas de segunda mano y un esperpéntico sentido del ritmo. Hombres rudos pueblan los alrededores de “Canyonland”, un pueblo desértico donde nunca pasa nada. Quizás por esa tranquilidad sus curtidos habitantes deberán hacer frente ellos solitos a una terrible amenaza, heredera de los juegos experimentales con LSD que el gobierno estadunidense se traía entre manos a finales de los años cincuenta.

Llamen a un científico albino y mudo para que experimente con una pequeña localidad de Utah envenenando sus aguas con un compuesto que convierte en maniacos homicidas a sus consumidores, protejan las espaldas de tan malvado investigador con decenas de soldados armados cuya lealtad se debe a la “Agencia Federal del Medioambiente” (¿?). Pongan frente a estos misteriosos villanos unos héroes renqueantes, mal hablados y con actitud cínica para deshacer el entuerto mediante una provisión de balas inagotables. Zarandee la mezcla hasta marear a todos los implicados, incluyendo dos helicópteros que emprenden la persecución aérea más anti climática de la historia del cine, y obtendrá un preparado de color verde, probablemente extraído de “The Crazies”, capaz de volver loco a Gary Cooper en “Sólo ante el peligro”. Legendario largometraje que, por cierto, se proyecta en uno de los cines de “Canyonland” durante la matanza que tendrá lugar. ¿Serendipia? ¿Homenaje? ¿Despropósito?

Uno de sus dos títulos originales refleja a la perfección este coctel disfuncional: “Nightmare at noon”. “Pesadilla” por su lado terrorífico, el cual existe claramente gracias a la presencia de locos maniacos de tez verde, aunque el tiempo haya convertido esta faceta en mera comedia involuntaria, remedos de “infectados” que provocarán pena en las generaciones modernas. “Al mediodía” por esos clásicos títulos plagados de tipos duros y tiroteos bajo un sol de justicia, como se colige de la referencia directa al clásico de Gary Cooper. De esto tendremos ración doble, sólo que tan mal orquestada como para que las ortopédicas escenas caracterizadas por las granizada de plomo se convierten en un manifiesto del montaje epiléptico y la improvisación como forma de completar hora y media de celuloide. Por momentos, y con sano respeto a la diversión brindada por ambos bandos, “Pesadilla en Canyonland” podría pasar como otra creación de “Eskoria Films”.

Su otro título, “Death Street USA”, quizás aluda a un intento por parte de sus distribuidores para vender el film como la cinta de acción definitiva, tan de moda a finales de los ochenta. Un nombre rimbombante que nos trae imágenes de explosiones lanzando a Chuck Norris por los aires mientras pivota sobre sí mismo disparando justicia desde dos uzis bien engrasadas. Sin embargo, semejante artimaña se muestra demasiado ingenua cuando observamos el desgarbado flirteo con la muerte que nos regalan Wings Hauser, Bo Hopkins y George Kennedy. La acción y el salseo crecen paralelos al de los viejos western que tu abuelo ve en la cadena autonómica de turno mientras echa cabezadas, la bienvenida antítesis del cine actual de superhéroes.

Claro que las características básicas de todo espantajo que se precie son el alimento de los cinéfagos tarados que nos pirramos por estas locuras. Mala a rabiar, “Pesadilla en Canyonland” se soporta y disfruta en compañía de audiencias ruidosas y muy pasadas de rosca, recomendándose el consumo de estupefacientes y/o alcohol para potenciar los psicodélicos efectos de las escenas, hiladas por los pelos, que caracterizan el descontrol de la obra de Nico Mastorakis. El exótico director y escritor arrastraba desde la vieja Grecia el deseo de realizar explotaciones que le diesen de comer a él y su familia, rozando un éxito menor con “The Zero Boys”, otro clásico de las estanterías polvorientas llenas de VHS’s.
No sería la película que hoy nos ocupa el espaldarazo definitivo que sacase al cineasta griego de la pobreza, pues “Pesadilla en Canyonland” tuvo un discreto paso por pequeños drive in de mala muerte y no fue de las más alquiladas durante las visitas semanales para alimentar el vídeo. Sin embargo posee una magia espacial que atrapa a todos los espectadores que caen en sus redes, como demuestra la próxima restauración y edición norteamericana en blu–ray, probablemente encandilados por su desvergüenza llena de disparos y frases lapidarias. ¡Aquí hay más pellejo que en “Los Mercenarios 4”!

Y es que la primera hora de la cinta transcurre con una dinámica y descaro edificantes. Superadas las escuetas presentaciones de dos tipos duros que creen pertenecer equivocadamente a una buddy movie, vagabundo ex militar uno y abogado de vacaciones otro, resulta importante señalar la ausencia de explicación alguna acerca de las motivaciones tras los experimentos que realiza esa facción del gobierno federal. Destaca el misterio forzado girando alrededor de un correcalles sin sentido, especialmente cuando de una transición a otra los personajes se pierden entre los espacios en negro de cada fotograma, desarrollándose un curioso metalenguaje de “me importa un pepino lo que parezca esta película a los críticos de tres al cuarto, poned explosiones y tiros que los espectadores han venido a meterse mano entre ellos y no a prestar atención a las interioridades de la historia”.

Igual de perdido que el publico necesitado de una pizca de lógica para disfrutar de las experiencias cinematográficas, el sheriff George Kennedy lucha contra los excesos del slapstick mientras declama con el estoicismo cómico que lo hizo tan querido en la saga “Agárralo como puedas”. Tan incongruente y desorbitada aparición no llega a verse remediada por la presencia de su hija, una jamona Kim Ross (“Pacto de Sangre”), la cual no consigue superar el evidente machismo del que hace gala, quizás un tanto inocentemente, toda la historia mal parida por el propio Mastorakis. El griego se muestra incapaz de dotar al libreto de sustancia o sensibilidad alguna, componiendo personajes como el de la sufrida mujer de Wings Hauser, una rubia pechugona relegada a mera espectadora zombi cuando su marido se transforma de abogado a máquina de repartir cañonazos.

Desgraciadamente la locura inherente de una trama tan absurda, rodada con la misma incapacidad narrativa, se difumina repentinamente durante una media hora final de bostezo absoluto. Una vez que los protagonistas supervivientes descubren a sus “torturadores”, “Pesadilla en Canyonland” se convierte en un tiroteo banal y una persecución de helicópteros larguísima, casi como si fuese metraje de otra película mucho menos sicalíptica y divertida. Por suerte, el pequeño epílogo vuelve a poner las cosas en su sitio con Bo Hopkins ejerciendo de cowboy solitario, sólo que la puesta de sol lo ve partir en una caravana y no en un corcel (aunque de estos hay unos cuantos, como debe todo buen seudo western).

Ignoren al acabado mugriento, la iluminación saturada y la banda sonora de compromiso. “Pesadilla en Canyonland” preludia un estilo tan caradura como “Dioses de Egipto”, pero sin un chavo en la cartera. Que además podamos disfrutar de Brion James en uno de sus papeles más psicodélicos, y hablamos del sobreactuado villano de “House III”, cinta que habré visto miles de veces, es la mejor guinda del pastel para esta mezcla de terror y acción como no debería volver a realizarse otra.

Lo mejor: Un genial Brion James ejerciendo de científico albino mudo.

Lo peor: La deriva pistolera de sus últimos veinte minutos, aburridos hasta decir "mátenme".


Vuestros comentarios

1. 22 div 2017, 04:15 | Juan Eduardo Bendeck Cordero

Fascinante. Apuesto por los remakes de estas grandes historias. Me hace recordar mi niñez en el videoclub de la cuadra (del barrio dicen en España). Y la presencia del Maestro George Kennedy, siempre suprema. Es un tipo de ésos que un día aparece en un infomercial de crema para las hemorroides, vestido de smoking y dando la espalda a un paisaje digno de la serie Dinasty, y comenzando su discurso con “tal vez me recuerden por películas como Nightmare at Noon”.
Un saludo, estimado amigo.

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