At the Devil's Door

La joven y ambiciosa agente Leigh es contratada para vender una casa con un turbio pasado y malévola presencia. Durante sus primeros intentos se cruza con una chica perturbada quien cree es la hija fugitiva de la pareja que ha puesto en venta la propiedad. Cuando Leigh trata de intervenir y ayudar a la chica, se ve enredada, así como su hermana artista, con una fuerza sobrenatural y demoniaca que busca un nuevo hogar a cualquier precio.

“At the Devil’s Door”, también conocida como “Home”, prometía darnos unos cuantos sustos y contar de forma inteligente una historia que esperábamos más retorcida según el trabajo anterior, y debut, de su director y guionista: Nicholas McCarthy. Desgraciadamente, el autor de “The Pact”, cinta que cosechó un éxito relativo, suficiente como para tener en ciernes el estreno de su secuela, no se ha mostrado todo lo brillante que algunos pensábamos, dejándonos con un sabor de boca agridulce y cierta decepción, pese a que su nuevo intento dentro del género alberga cualidades positivas, más si cabe hablando de una producción independiente de bajo presupuesto.

Para un servidor, sería su simple guion el que representa el principal problema de “At the Devil’s Door”, a un nivel en el que me resulta imposible realizar comparaciones con otras cintas sin casi desvelaros su final. La historia la tenemos resumida en el tráiler e incluso la sinopsis oficial de la cinta narra tres cuartas partes de la historia. Quizás no sería un problema de peso si la narrativa fuese lo suficientemente espectacular como para hacernos olvidar que no existe materia para desarrollar una historia con un mínimo de complejidad; la verdad no será por falta de ganas por parte de McCarthy, porque ha planteado su cuento de una manera no lineal, con saltos en el tiempo, narrado desde tres perspectivas diferentes que se van entrelazando por la interacción del mal, bastante ramplón habida cuenta de encontrarnos ya metidos en el siglo XXI.

Sobre el papel no pinta mal la premisa, la pena que, aun con esas ganas, la historia es demasiado parca. Por ejemplo, y teniendo en cuenta el tranquilo ritmo que despliega, sorprende la escasa profundidad de los personajes, los sentimos desvaídos como en un sueño, lo cual busca complementar la atmósfera malsana que se va generando, pero de nuevo son fallos de guion los que rompen la ambientación, volando de un plumazo el argumento contemplativo de su director. En este caso, lo predecible de las escenas de terror termina por llevar la historia al terreno de lo intrascendente; incluso desconcierta esa búsqueda de la atmósfera evanescente con los arrebatos de terror tan tópicos y deudores del nuevo cine de fantasmas (“Insidious”, “Sinister”, “The Conjuring”). Tal vez esperaba demasiado, pero curiosamente a uno le quedan trazas de haber vuelto a ver “The Pact”, sólo que con otro argumento peor, lo que también resta en vez de sumar, por aquello de perder frescura sin ganar sello personal, pues la dirección no se distingue de la de cualquier director moderno.

Una pena este descafeinado esfuerzo, pues sus actrices lucen realmente involucradas y creo que podían soportar el peso de unas personalidades más potentes. Además, el empeño de McCarthy por alejarse del dialogo directo, en pro de la intuición fallida, no ayuda mucho a la construcción del carácter de unas protagonistas muy sosas; supongo que buscaba el camino misterioso que tan buen resultado le dio en “The Pact”, pero es que la historia de esta, incluso el número de personajes, se ve reducido en extremo pidiendo otro tipo de planteamiento, quizás más arriesgado y menos convencional. La cuestión es que “At the Devil’s Door” se queda en camino de nadie, con un acabado de calidad y un agradecido tratamiento serio, pero con una historia que no convence por falta de credibilidad y esos otros elementos, tópica hasta vomitar, que no podemos ignorar. Como decía, quizás lo mejor nos lo ofrezcan Naya Rivera, Ashley Rickards y Catalina Sandino, las actrices protagonistas, que resultan muy apropiadas para sus papeles y apuestan toda su intensidad dramática con acierto. El primer efecto de estas interpretaciones es que las escenas de terror quedan dignas en pantalla a pesar de esa predictibilidad, que en cualquier otro caso hubiese cristalizado en una parodia del cine de posesiones. No en vano estas actrices están despuntando actualmente en series de moda, y de calidad, que las han puesto en el punto de mira de los críticos: “Glee”, “La Chica Invisible” y “The Bridge”, respectivamente. Series televisivas de gran formato cuyo nivel de exigencia es muy alto, siendo el bagaje que proporciona a sus participantes lo que nosotros ganamos cuando sus actores desembarcan en una película.

Ajustados efectos especiales, una historia unicelular narrada con ganas pero sin material que justifique los sustos típicos y tontorrones, unas principales y secundarios regalando profesionalidad y un apartado técnico superior al esperado dado su presupuesto. Es decir, un aprobado que no llega a nada más por faltarle el alma, el riesgo y la originalidad que le reclamamos al cine de terror. Gustará a los no exigentes y entretendrá al público con experiencia, gracias a esa narración no lineal que, al menos, impide el aburrimiento rápido, que no la intrascendencia. ¡Cómo echo de menos mi querida caspa!