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Devil's Domain

Satán dice LOL

Devil's Domain

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DIVERSIÓN:
TERROR:
ORIGINALIDAD:
GORE:
  • 2/5

En mis tiempos góticos fui un gran seguidor del catálogo de “Cleopatra”, una distribuidora y productora que durante la primera mitad de los noventas pegaba muy fuerte dentro de la cultura underground, tanto reeditando clásicos punk o progresivos – “The Adicts”, “Vibrators”, “Hawkwind”, “Chrome”, “Gary Numan” – como lanzando algunos de los grupos más potentes dentro del panorama internacional oscuro: “The Wake”, “Children on Stun”, “Electric Hellfire Club”, “Christian Death”, “Shadow Project”, “Rosetta Stone”, “Nosferatu”, “Sex Gang Children”. Pero los tiempos han cambiado mucho desde aquellos días ajenos a internet, y esta distribuidora californiana ha devenido en un jugoso catálogo antiguo de grupos y poco más. Asediada económicamente por el consumo de música a través de medios ilegales; por no hablar de nuevos sellos emergentes con una escudería bastante más viva. En otra vertiente, demuestra esta decadencia la reciente incursión que “Cleopatra”, todavía dirigida por Brian Perera, ha realizado en el mundo del séptimo arte, lo hacen con dos obras que pasarán a los anal–es de la historia por su casposo resultado: “Devil’s Domain” y “The Black Room”.

Hoy nos ocupa la primera de ellas, visionada por un servidor con objeto de aliviar los acalores estivales – actualmente una ola de calor nos tiene a todos en Zaragoza más quemados que Pedro Botero –, esperaba de esta manera una ración de vergüenza ajena lo suficientemente cruel como para reírme desaforadamente durante hora y media, rebozarme en agua mentolada y esputar mi asco por la existencia de este infracine contra la indefensa pantalla. En un sentido he acertado de pleno: “Devil’s Domain” es canónica en cuanto a cómo no realizar un largometraje. Ofende en cualquiera de sus facetas, ya sea técnica o artísticamente, la presente película es un insulto al género, otra de tantas razones por las que el terror no consigue salir del círculo vicioso en que se ha transformado su producción independiente.
Curiosamente su director y guionista, Jared Cohn, es un tío bastante prolífico (ha rodado en 2016 seis películas que están rondando por los sitios de descargas ilegales para vuestro goce y disfrute), lo que debería indicarnos como Estados Unidos todavía oferta un mercado rentable al cine de saldo. Cuestión que en el fondo me provoca cierta envidia; porque, a pesar de mis quejas, los mediocres como un servidor quizás podríamos vivir en el país de las barras y estrellas a base de publicar nuestra bazofia en medios de baja estofa.

Sea una criba natural o no, hablando de la producción casposa que aflige a tal o cual país, “Devil’s Domain” demuestra una falta de sutileza, a la altura de un diplodocus beodo, que resulta la mejor razón para burlarse de ella. No, no con ella, de ella.
Obviamente rodada en el menor número de tomas, las secuencias se desarrollan con el estilo más paupérrimo posible, regalándonos una historia de abuso, demonismo, safismo y asesinatos de quinta fila. Con “Cleopatra” detrás no es de extrañar la proliferación musical tras todos y cada uno de los fotogramas que componen este aborto, por desgracia no se ha tirado de ese catálogo tan extenso, optándose por canciones feas y de poca fama para no pagar derechos a sus autores.

Con semejante panorama conocemos a Lisa, una chica lesbiana que sufre bulimia y, además, se autolesiona pues no consigue la aceptación social en el instituto, plagado de cretinos de la misma talla que ella. Obsesionada con la fama y los grupos underground, a juzgar por los vinilos que decoran las paredes de su habitación, termina por hundirse cuando pierde a su única amiga tras el intento de besarla. Es en ese punto que el instituto al completo se desvive por vejarla y humillarla hasta el suicidio, pero cuando esa parece ser la única opción, aparece en la vida de Lisa una voluptuosa mujer llamada Destiny, interpretada por una ortopédica Linda Bella, incapaz de ponérsela dura ni a Torrente. Entre oropeles, velas rojas y copones dorados, esta diablesa seducirá a Lisa con tal de apoderarse de su voluntad, y algo más, aportando como presente la muerte de todos los torturadores de la muchacha. Al final, la semilla plantada por el diablo terminará dando sus frutos, de una forma que sería chabacana hasta para Lloyd Kaufman.

Michael Madsen aparece por “Devil’s Domain” como un alma en pena recuperándose de un severo alcoholismo. Un papel decadente y deprimente que marca el tono del resto del metraje: sórdido y patético, cuestión de comicidad tras varios canutos king size. Tal es la cutrez que, a pesar de tanta seducción demoniaca, jamás veremos nada de carne por parte de nuestras sáficas protagonistas. Ya sabéis, se utilizan como reclamo los cuerpos de las actrices pero se muestra pusilánime por querencias de un presupuesto que no llega ni para pagar strippers. Igualmente a nivel de efectos especiales, diálogos o coherencia (¿quiénes coño son esos sectarios desarrapados que pululan por el barrio de vez en cuando?). De todo andamos cortos, hasta de moral, cuando asistimos aterrados a unos “morphings” realizados por ordenador que ya estaban desfasados hace veinte años. La grima está al nivel de quedar atrapado en uno de esos bares donde los codos se quedan pegados a la barra y las copas son servidas con sarro alrededor del cristal.

Satán, esa loca quinceañera enamorada de Sadam Husein, probablemente esté ahora mismo sobre su trono de huesos lanzando carcajadas ante la esperpéntica visión que los humanos hemos vuelto a regalarle de su imagen. Desde luego, si uno puede salir de su asombro ante lo barriobajero de “Devil’s Domain”, que se toma demasiado en serio a sí misma, debe darle la razón a ese señor de piel roja: el mayor pecado de la humanidad es ser ella misma. ¿Cómo podemos dar rienda suelta a estas creaciones artísticas que, aparte de su función purificadora del alma, son un escupitajo a los valores básicos de entretenimiento y narración de historias?

Por mi parte una pena que no hubiese tenido mejor ritmo y unas actrices con algo más de carisma, porque no hay persona en “Devil’s Domain” que no me haya provocado un desagrado extremo. Quizás con esos elementos sí hubiese sido una película casposa digna de una fiesta mariachi con amigos. Tal y como ha quedado publicada hablamos de un producto simplemente digno de ver para creer, para luego purificarlo con fuego y a otra cosa mariposa…

Lo mejor: Demostrando una sutileza equivalente a la bomba de neutrones, es normal reírse a ratos.

Lo peor: El círculo perfecto: mierda abundante durante todo su perímetro.


Vuestros comentarios

1. 18 jun 2017, 21:24 | Vael

Madre mia, Michael Madsen… De Reservoir Dogs, Kill Bill, Sin City, etc… a esto. Ojala se recupere, porque siempre me ha gustado mucho.

2. 18 jun 2017, 23:03 | Bob Rock

Vael.- Madsen lleva años muy locos!!! los locos años Madsen!! XD

3. 20 jun 2017, 09:17 | Andromeda

Gracias por la reseña, Bob!
Ahora sé que antes de verla prefiero ponerme sanguijuelas en los globos oculares…

4. 04 ago 2019, 05:26 | bébete el semen que dejé en el freezer

divertida pelicula con altas dosis de humor involuntario.

no podemos recrear un infierno, hacemos que se vea como un burdel con un monton de tipos y tipas cojiendo con ropa y ya.

para que se entienda que la mala es el diablo, de vez en cuando se pone una mascara de diablo de esas que cubren toda la cabeza. y cuando haga falta que se transforme en satanas, usamos cgi de cuarta categoria hecho con computadoras del año del pedo y listo (vean la imagen que adorna el trailer)

a los esbirros de la “demonia”, los vestimos como cavernicolas y le ponemos mascaras como las del grupo “slipknot” y mas o menos una onda satanica de feria de segunda mano tienen.

y para el guion, la clasica historia de hacer un pacto con el diablo que primero esté todo bien y despues venga el diablo a reclamar tu alma y te termine rompiendo el culo como siempre lo hace en todas las peliculas de pactos satanicos.

solo que aca pasa justamente eso que menciono en negritas, literalmente. JA!

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