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Blood Hunters

Enanos y látex

Blood Hunters

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DIVERSIÓN:
TERROR:
ORIGINALIDAD:
GORE:
  • 1.5/5

Partiendo de una premisa interesante, una mujer embarazada que amanece en una institución médica donde todos a su alrededor han sido brutalmente asesinados, “Blood Hunters” echa por tierra el misterio y ambientación de sus primeros diez minutos debido, simplemente, a una incapacidad absoluta tanto técnica como artística. Donde el talento y el presupuesto fallan no hay mucho por hacer, aunque el espectador sienta especial cariño por los escenarios azulados propios de edificios abandonados, preferiblemente hospitales o comisarias, donde las sombras sugieren una amenaza para la imaginación. Quizás se trata de un efecto secundario de mi devoción por los primeros capítulos de la saga “Silent Hill”, pero estos espacios urbanos desolados me bastan para darle una oportunidad a una película. Sin embargo, incluso no esperando nada, me he llevado otra pequeña decepción ante un nuevo sub producto canadiense el cual no hace honor a la reciente explotación sobrenatural proveniente de dicho país, especialmente si hablamos del lado canalla de “Bite” o “The Void”.

Sirva esta reseña como mera advertencia para los despistados que accedan a “Blood Hunters” con los mismos intereses que los de un servidor: ¡alejaos como si fuera un avispero nigeriano!

Una madre soltera, heroinómana para más inri, despierta tras una sobredosis encima de una camilla. Ensangrentada y desorientada, observa que a su alrededor se amontonan los cadáveres de internos y doctores. Cuando consigue librarse de sus ataduras empieza a deambular por los pasillos oscuros mientras una fría voz mecánica anuncia el inminente colapso del sistema eléctrico de la instalación. Uniéndose a los pocos supervivientes de la masacre, pronto descubre que unas criaturas sedientas de sangre esperan la llegada de la noche para salir al exterior y acabar con la raza humana. ¿Cómo han llegado esas criaturas allí y qué papel han jugado los únicos humanos vivos del recinto serán las respuestas que acaben con la cordura de nuestra joven madre.

Es necesario, lo primero de todo, anunciar que el diseño de las dichosas criaturas y sus apariciones rompen cualquier atisbo de atmósfera creada entre los pobres personajes, muy mal interpretados, que pululan por “Blood Hunters”. Gente pequeña cubierta de látex y escondidos los rostros tras unos efectos por ordenador, dan menos miedo que un barrendero a plena luz del día. Pero además la planificación de las secuencias donde hacen de las suyas es digna de una película porno: a los encuadres más pragmáticos y directos se une una dirección de especialistas sin especialistas. Es decir, rozando lo amateur, la acción de la película se reduce a una confusión de encuadres desenfocados y a gente gritando fuera de plano. Por si fuera poco, la banda sonora transita por los mismos derroteros de la ineptitud, demostrando una composición morosa y molesta. Algo más sutil – sonidos y susurros desde las sombras – hubiesen sido no sólo más efectivos, si no que hubiesen maquillado la falta de presupuesto de maquillajes y demás elementos decorativos.

Procuro no ser demasiado cruel porque su directora, Tricia Lee, evidentemente ha intentado superar sus propias limitaciones de forma infructuosa, las cuales ya eran evidentes en su anterior trabajo dentro del género: “Silent Retreat”, el cual curiosamente ganó algún premio menor en su Canadá natal. Así mismo, el guionista tras “Blood Hunters”, Corey Brown, también ha puesto de su parte para verter sobre el meollo de la trama una mirada original, que bebé de aquí y de allá pero ofrece su propia visión de un escenario tan trillado como puede ser un hospital asediado por viles criaturas. En este caso se trata de la experimentación con la resurrección de personas lo que atrae a estos pequeños chupadores de sangre, los cuales casi podrían pasar por un homenaje caduco a esa paranoia de la “Full Moon” conocida como “The Creeps”. Nada más lejos de la realidad, estas asociaciones son de cosecha propia, y la actual película se distancia de cualquiera de ellas al tomarse terriblemente en serio a sí misma, como demuestra el dibujo psicológico que intenta hacer de sus personajes, esfuerzo malgastado gracias a un grupo de actores incapacitados para las tres dimensiones emocionales.

Una técnico en ordenadores con complejo de heroína; un interno de color cocinado cual hamburguesa; un suicida reconvertido a bonachón; un cura de maneras inquisitoriales; una madre drogadicta dispuesta a los sacrificios épicos… personajes que en otra situación sobresaldrían de la media si hablamos de serie Z, pero la incoherencia generalizada del guión y las prisas interpretativas convierten a este grupo de personas en una parodia al borde de la caspa. Por desgracia contemplar sus andanzas no tiene nada de gracioso, y es donde “Blood Hunters” peca de ser un peñazo y, por ende, imposible de justificar.

Un aburrimiento propicio para siestas de domingo que no necesita de más análisis, ni siquiera nombrar a sus actores, algunos muy comprometidos con el terror fantástico canadiense. Pasen página y vayan a la piscina aprovechando el calorcito estival o, si lo prefieren, trabajen como hormiguitas para el fortalecimiento de una sociedad que necesita menos de este relleno cinematográfico y más cadáveres cimentando sus rascacielos.

Lo mejor: Su premisa.

Lo peor: Su ejecución


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