
- Título original: Digging Up the Marrow
- Nacionalidad: Estados Unidos | Año: 2014
- Director: Adam Green
- Guión: Adam Green
- Intérpretes: Ray Wise, Adam Green, Will Barratt
- Argumento: El director de cine de terror Adam Green es contactado por un hombre que supuestamente puede demostrar la existencia de monstruos. Así que Adam se embarca en la grabación de un documental que cambiará su vida para siempre.
DIVERSIÓN: | |
TERROR: | |
ORIGINALIDAD: | |
GORE: |
- 3.5/5
Adam Green es un director de cine de terror independiente que ha ganado cierto estatus con el paso de los años y el avanzar de su carrera, pero ahora se enfrentará a su mayor reto: la petición por parte de un extraño hombre, para dar a conocer al mundo la existencia de una realidad completamente distinta a la establecida. Y es que ese “loco” jura tener las claves de la existencia de una civilización de monstruos que viven en paralelo a nosotros, en concreto la puerta a ese mundo aterrador llamado “el Marrow”.
El mundo del terror, da igual que hablemos de cine, comics, literatura o música; el mundo del terror a veces es una particular parada de los monstruos, círculos cerrados de gente que se siente diferente o cuyos gustos no es hasta una época reciente, en que empiezan a entenderse como algo tan normal o más que la tauromaquia. Sin embargo, los que también participamos en los procesos creativos relacionados con el horror, aquellos que estamos metidos hasta las cejas seguimos siendo observados de reojo, mentes bien pensantes y anquilosadas aun nos muestran menos respeto que a una pandilla de hooligans; por aquello de que es más honorable el deporte que ver a Jason matar campistas en una pantalla. Así que aquí estamos, en Almas Oscuras, una especie de submundo donde los monstruos somos nosotros o los de fuera, da igual, se trata de una cuestión de perspectiva, al final todos tenemos unos “ellos”, como bien decía John Trent en “En la Boca del Miedo”, peliculón del que “Digging up the Marrow” nos trae ecos y sensaciones similares. Quede claro entonces que de una forma retorcida los presentes somos monstruos, cada uno distinto en nuestra deformidad, todos hermosos bajo “las pieles de nuestros padres”.
Esta lectura en clave exagerada del concepto “monstruo” (“Producción contra el orden regular de la naturaleza”) marca el arranque inicial del falso documental “Digging up the Marrow”, acompañada por la mirada del aficionado de corazón que desea que los monstruos existan. Deseo bienintencionado que explica mucho de la fascinación del ser humano por lo deforme, pues es aquello distinto, de una forma excesiva, lo que nos recuerda nuestra propia humanidad. Nuestra raza funciona en la comparación, y necesitamos delimitar nuestra esencia mediante las líneas de la monstruosidad. Yendo un poco más allá, entendemos que este deseo se verbalice sin vergüenza por parte de los aficionados románticos al cine de terror, pues la síntesis del miedo subyace en la posible existencia de esos monstruos, o quizás su ausencia dado que ya no somos seres definidos sin su presencia… y entonces somos nosotros, solitarios, las únicas aberraciones. Preguntad a Goya si los sueños de la razón engendran monstruos, el reflejo distorsionado de un aguafuerte… preguntad a Nietzsche qué se esconde tras las sombras del abismo. Estos genios, si hubiesen podido disfrutar del cine de terror de serie b, hubiesen aseverado: “La oscuridad oculta el Meollo (Marrow), una enorme ciudad reflejo de nuestra civilización donde los desposeídos y los deformes se ocultan para vivir una vida que no es más la nuestra propia”. Engendros, deformidades, esperpentos, abortos… seres que, como sus padres, los hay buenos y malos, pero sólo acuden a la llamada de nuestros sueños, el combustible de nuestra razón para seguir adelante durante la vigilia.
Así nos encontramos con Adam Green, director de “Holliston”, “Hatchet” y “Frozen”, interpretándose a sí mismo en el documental que emprende, junto a su cinematógrafo Will, para descubrir la verdad sobre la existencia de los monstruos. Lo que empezaba siendo un análisis amable de la presencia de estos seres a través del arte cinematográfico, adquiere otro rumbo cuando un hombre se pone en contacto con ellos para aportarles pruebas de la existencia de una civilización entera de engendros de la naturaleza. Este hombre entrado en años es ni más ni menos que Ray Wise (actor que parece volver a estar de moda, lo pudimos ver hace poco en “Suburban Gothic”, y, aunque no lo estuviese, sería difícil olvidarle después de su trabajo en “Twin Peaks”); y es el único personaje ficticio, el único actor que no se interpreta a sí mismo. Esa es otra de las facetas interesantes e inteligentes de “Digging up the Marrow”, el uso del metalenguaje para construir una realidad alternativa, cargada de cameos de actores y directores del género (Mick Garris, Tom Holland, Kauffman, Kane Hodder, Don Coscarelli), donde se anima a ciertas reflexiones sobre el género y su capacidad de generar miedo, así como su autenticidad. Gracias a esa mirada interna hacia los entresijos de la producción cinematográfica se establece una corriente de humor que acompaña muy bien al tono de horror ambiental que establece la película en momentos puntuales, y de manera magistral durante su tramo final.
Otro factor positivo sería la honestidad y el sentimentalismo que Green ha inyectado en su, quizás, mejor obra. Vuelvo a esa necesidad de creer que los monstruos existen, un reflejo de nuestra infancia y adolescencia donde se configuran las mayorías de aficiones que mantenemos durante el resto de nuestra vida. Especialmente si se trata del amor al cine, literatura o arte en general. Es imposible, como aficionado, no verse reflejado en la pasión de Green; es imposible no verse implicado en la vía onírica que nace a través de su simpatía y naturalidad. Es precisamente él quien consigue la credibilidad mínima necesaria para que el falso documental funcione como tal, manteniendo un nivel de autenticidad muy alto durante toda su hora y media. Y es Ray Wise quien aporta el contrapunto emanando una locura contenida que recuerda mucho al trabajo Sam Neill en la citada “En la Boca del Miedo”, un contrapunto indispensable para hacer avanzar una trama, por otro lado, limitada aunque maravillosamente original.
Se demuestra con muy pocos recursos, pues la producción se nota limitada en cuanto a presupuesto, que la originalidad del concepto, llevado a la pantalla con fidelidad, y la construcción, a través de diálogos inteligentes, de unos personajes veraces puede convertir una serie b en algo memorable: sin necesitar otros recursos, como sería el gore o la excesiva presencia de efectos especiales. Pues esas limitaciones económicas se sienten de manera palpable en la dosificación de la presencia de monstruos (si acaso lo son) durante toda la película. Lo bueno no sólo es que las apariciones de monstruos sean justificadas en todo momento, lo bueno es que la ausencia de apariciones está igualmente justificada; un servidor quizás esperaba una especie de “Razas de Noche” haciendo más hincapié en los elementos de terror, pero Green demuestra, alejándose de Barker, que lo inquietante nace enseñando lo justo: ni poco ni mucho. Además, cuando “Digging the Marrow” apuesta por mostrar, lo hace con mucha calidad y acierto, ofreciendo tensión y terror a partes iguales. Mostrándose extrañamente cruel en su tramo final, donde se abandona el tono cómico y “geek” en pro de unas sensaciones más oscuras cargadas de interpretaciones distintas. Pues otro éxito de Green radica en dejar al espectador vía libre para interpretar los huecos de la historia a su manera; algo propio de la realidad que así debería ser trasladado a un falso documental. ¿O acaso es banal la mención al hijo de William Dekker, personaje de Wise?
La única pega, pero bastante molesta y que resta muchísimo a la percepción final sobre la cinta, es que la primera hora de metraje puede volverse lenta a ratos, y además muestra que la historia quizás no daba para tanto a pesar de su innovación. Claro, la ambientación se construye de forma pausada, pero esta vez exageradamente calmada pese al buen trabajo del elenco para evitar el aburrimiento. A este defecto se suma un aspecto técnico muy básico, tampoco podemos pedir más dada la naturaleza del proyecto, pero creo que salvo la parte del diseño artístico relativo a los monstruos, la película luce muy simple a otros niveles (música, iluminación, montaje, etc).
En cuanto a los dichosos monstruos, Green se ha basado en el trabajo del ilustrador Alex Pardee, y su particular visión tiene bastante potencia, aportando otro granito de arena a la originalidad de la película; además el espectador gana en los sustos puntuales diseminados por el metraje, pues los monstruos lucen de rechupete (mención especial a los dibujos y esquemas que adornan la habitación del personaje de Ray Wise) y las escenas que protagonizan están planificadas para ponernos el corazón en vilo.
Resumiendo, una pequeña joyita que hay que saber disfrutar con calma, sin esperar un festival de extrañas criaturas a lo Tim Burton. En realidad estamos ante un homenaje al género de terror y a las películas de monstruos. ¿Te gustó “Jeepers Creepers”? “Digging up the Marrow” es la explicación a ese placer culpable, una mirada emocionante al motor de nuestra fascinación por lo extraño y, no menos importante, es una película de terror como dios manda, con un firme pie plantado en lo sobrenatural. De obligado visionado.
Lo mejor: Ray Wise y la originalidad de la propuesta. A su vez un tramo final acertado y bien cerrado como pocos.
Lo peor: Un parte central lenta y que revela las debilidades de su guión. Se echa en falta algo más de acción, pero estamos ante una cinta de horror atmosférico y reflexivo.