Borderlands

Vaya por delante que no soy muy fan del cine de Eli Roth, aunque también es cierto que veo todas sus películas. Creo que Cabin Fever apuntaba buenas maneras y que las dos entregas de Hostel me parecieron muy eficaces y brutales. Sin embargo, solo diría que la primera es una buena película, mientras que en la segunda, este realizador empezó a doblegarse ante los caprichos de las productoras, entregándonos un más de lo mismo pero menos furibundo.

El resto de su filmografía ha ido perdiendo fuelle de título a título. The Green Inferno se quedaba muy por detrás de las cintas a las que se quería hacer tributo. Aunque criticaba el postureo en redes sociales y el capitalismo, terminaba doblegándose a él para evitar una clasificación de edad que, a todas luces, pedía a gritos una cinta de gore caníbal. Knock Knock tendría que haber sido un tórrido thriller sobre el deseo, pero pecaba de puritana (aunque mantenía el interés de forma correcta). Desde entonces, el realizador seguía sin levantar cabeza, hasta su regreso al slasher con Black Friday (Thanksgiving), una cinta cuanto menos divertida y bastante afinada respecto a lo que se busca en estos títulos (aunque nuevamente pecaba de puritana).

Ahora, el director que nos impactó con la violencia extrema de sus primeros filmes es el encargado de traer a la gran pantalla el universo salvaje de los videojuegos ambientados en el árido Pandora: Borderlands. ¿Qué podría salir mal?

Lilith es una cazarecompensas a la que el jefe de una gran corporación le encomienda la búsqueda de su hija, secuestrada y escondida en algún rincón de Pandora. Cuando la localice, se verá abocada a unirse a una banda que protege a la cría, que además podría ser la elegida mencionada por una legendaria profecía.

En 2009, Gearbox y 2K lanzaron el videojuego Borderlands, un sandbox o mundo abierto lleno de misiones principales y secundarias, conducción de vehículos y combates intensos propios de los shooters en primera persona. Además, nos permitía evolucionar a nuestro personaje al estilo de los juegos de rol. La franquicia cuenta con tres entregas hasta la fecha, así como videoaventuras gráficas, varios DLCs e incluso versiones para jugar en realidad virtual.

Borderlands (el videojuego) es tremendamente violento, con un armamento descomunal, un humor muy punk lleno de drogas y tramas bizarras, y un diseño visual sumamente atractivo que emula el estilo de los cómics mediante la técnica cell-shading. La identidad de Borderlands está tan bien definida que cualquier jugador puede reconocerla al ver solo un fotograma.

Las múltiples versiones y misiones han creado un Pandora, el planeta principal de esta saga, cargado de lore, fauna y facciones en constante enfrentamiento.

Para comenzar este análisis en positivo, diré que la película Borderlands que se estrena estos días ha logrado trasladar, de forma casi perfecta, las imágenes del videojuego al espacio rectangular de una pantalla de cine. Sin embargo, en una decisión que imagino viene impuesta por el estudio que financia la película, todo lo salvaje que contienen los videojuegos se suaviza y matiza en favor de crear un entretenimiento más familiar. Eli Roth no parece tener problemas para mostrar criaturas con sangre de colores, pero en lo que respecta a la violencia cuerpo a cuerpo y a los tiros o machetazos contra humanos, trata de evitar cualquier atisbo de sangre o contenido extremo. Esto es algo que cualquier jugador de Borderlands daba por hecho que encontraría en una adaptación cinematográfica.

Lo mismo sucede con el humor. La película intenta con insistencia sacar una sonrisa a los espectadores, pero los chistes son realmente malos y parecen pensados para hacer reír o escandalizar a un niño, no a alguien adulto. Aparentemente el deseo de la distribuidora era acercarse en tono a la franquicia de Guardianes de la galaxia pero no se percibe, casi en ningún momento, el brillo y la chispa de las conversaciones de los personajes de Marvel.

A pesar de sus buenos efectos especiales y su atractivo reparto, toda la épica que intenta construir y todas las relaciones de los personajes se sienten vacías... aunque la película entretiene lo justo, es totalmente prescindible.

En una época en la que estamos disfrutando de adaptaciones al cine y la televisión de videojuegos tan afinadas como The Last of Us, Super Mario Bros o la genial Fallout, Borderlands resulta insultantemente endeble.

Ni la pobre Cate Blanchett ni Jack Black (ambos habían trabajado con el director anteriormente) parecen especialmente divertidos o carismáticos, a pesar de que el robot al que Black presta su voz es un auténtico cachondo en las consolas. Tampoco funcionan bien Kevin Hart ni el mega cachas Florian Munteanu, pero lo que es un auténtico delito es darle a Jamie Lee Curtis un personaje tan insulso. Para rematar, lo más insoportable de toda la película es la suerte de Harley Quinn premenstrual que encarna la joven Ariana Greenblatt. Créeme, es terrible.

Por si no ha quedado claro, Borderlands no me ha gustado casi nada. Es cierto que la aguanté hasta el final, pero creo que la franquicia, que ha funcionado tan bien en plataformas de videojuegos, necesitaba una adaptación a la altura y no un producto alimenticio que parece preocuparse solo por recuperar el dinero invertido, sin considerar al espectador que compra la entrada.