El hoyo

Ganadora de la pasada edición del festival de cine fantástico y de terror de Sitges (hacía más de 10 años que una cinta española no lograba ese galardón) y ganadora igualmente del festival de cine de Toronto, la cinta que traemos hoy a la palestra es una rara avis en el cine patrio y tampoco es que su temática se prodigue demasiado en el internacional. Una película que utiliza la ciencia ficción para construir todo un alegato y retrato monstruoso de los males endémicos del capitalismo.

El idealista Goreng decide entrar seis meses en el experimento gubernamental “El hoyo”. A cambio mejorará a la salida sus posibilidades laborales futuras, dejará de fumar y leerá de una vez por todas “El quijote”. Descubre un sórdido mundo en el que los voluntarios son distribuidos, por parejas, en minúsculos niveles donde todo vale y la alimentación de cada nivel proviene de los restos de un festín que dejan los habitantes de las plantas superiores. Nadie sabe la cantidad de niveles que existen, se calculan más de 200, pero a partir de la planta 50 la supervivencia se antoja complicada…

El director Galder Gaztelu-Urrutia debuta en el largo con este brillante film que elegantemente bebe no sólo del cine y la literatura fantástica sino también de otras tan dispares como “El ángel exterminador” de Buñuel, “Taxi driver” de Scossese o “Delicatessen” de Caro y Jeunet. Aunque las referencias más próximas nos llegan de “Hi-rise”, excelente adaptación de Ben Wheatley de la novela de J.G. Ballard, y “Snowpierce” de Joon-ho Bong, ambas con esa marcada distopía puede que no tan lejana de nuestro mundo actual.

Narrada de forma casi capitular, pues a lo largo de los meses el protagonista irá cambiando de pareja y de planta. Cada cierto tiempo el azar decide la nueva ubicación de los voluntarios. Los distintos personajes irán enriqueciendo a Goreng y retando su integridad; retirando la venda de inocencia con la que parte en los compases iniciales. Un viaje que va perdiendo fuerza, pero es que comienza realmente arriba, e irá ganando en desesperación… en cualquier caso, logra cerrar su trama de forma más que correcta, dejando por el camino una buena cantidad de cuestiones que debatir.

Los distintos compañeros de planta de nuestro héroe irán aportando matices a su comportamiento, al tiempo que plasmarán la enfermiza naturaleza del experimento en el que se han sumergido y el no menos abyecto resultado que espera conseguir de él el poder. Interesante el sobrenombre que recibe por parte del estado: Centro vertical de autogestión… cuando veáis la pelicula os daréis cuenta de la maldad de semejante título. El veterano actor Zorion Eguileor será el primero en recibir al protagonista interpretando un excelente papel de esos que marcan una carrera y que bien podría ser una suerte de Annibal Lecter ibérico. La asombrosa chulería que proyecta, su moral egoísta y su afilado cuchillo, contrastarán con la bondad e interés por cambiar las dinámicas del experimento del siguiente personaje en escena, interpretado con solvencia por Antonia San Juan. A este trio se le suma Emilio Buale, que aporta la parte más física de la historia, y toda una galería de personajes secundarios que terminan de conformar un fascinante universo vertical. Mención a parte Ivan Massagué, que encarna a nuestro protagonista. Rodó la cinta siguiendo el orden de la narración al tiempo que se sumía en un estricto régimen para mostrar los efectos del hambre en el personaje. Junto a este cambio físico despliega una interpretación asombrosa.

Desagradable en lo visual, pero más por lo que se sugiere que por lo que se ve. La película es generosa en muertes, heridas, torturas y suculentos platos que termiman por antojarse nauseabundos al espectador.

Poco más que añadir, salvo que este “Hoyo”, junto a “ventajas de viajar en tren” en el fantástico y a propuestas tan abrumadoras en calidad como “La trinchera infinita”, “Madre” o “Intemperie” dibujan una temporada asombrosa en calidad para el cine español de este curso.