Saint Maud

Sony ha esperado a que se terminase el año para soltar la artillería pesada. Saint Maud a buen seguro formará parte del top del terror de la próxima temporada para muchos de vosotros. En España tiene su fecha de estreno en cines el 25 de diciembre. Fecha envenenada para una cinta en la que la religión va paso a paso emponzoñando la mente de su protagonista. Hay que advertir que, el terror que se nos propone, nada tiene que ver con aparecidos, efectismos visuales, gore desmedido o ritmo vertiginoso en su historia.

Maud ha regresado a su profesión de enfermera tras un tiempo retirada a causa de un turbio suceso. Su nuevo destino es asistiendo en los cuidados paliativos de enfermos terminales. El aspecto cándido de la joven contrasta con la tormenta que le suscita una existencia sin demasiado sentido. Afortunadamente la fe crece en su interior, tratando de tapar las grietas de su mente frágil. Una fe que en sus momentos más álgidos la lleva al paroxismo; a una iluminación que, la eleva tanto, que corre el riesgo de no aterrizar. Su nueva paciente es una deslenguada, descreída, y sexualmente relajada, bailarina aquejada de una agresiva leucemia. La relación entre ambas va pasando del frio al calor hasta que Dios y las malas compañías de la artista enrarecen la atmósfera.

Todos sabemos que algo terrible va a pasar. Lo intuimos desde su plano inicial en el que vemos un cuerpo destrozado y retorcido en una camilla de hospital y a Maud acurrucada en una esquina, manchada de sangre, en un estado catatónico… sobre ella, en el techo, una enorme y negra cucaracha observa, como el espectador o como Dios, desde lo alto el resultado de esta contienda. Nada más se nos contará al respecto. Tendremos que tratar de deducir lo que pasó en esa sala a partir de los sucesos de la nueva vida de la protagonista y de sus pensamientos, que nos llegarán a través de los rezos interiores de Maud. La trama no va a acelerar, en todo momento va a dejar que el espectador esté un paso por delante de los acontecimientos, llenándonos de la desazón y de la impotencia de no poder tomar parte en esta historia.

Saint Maud es una cinta lenta, dramática, en la que sus momentos cercanos al terror se dosifican con menos generosidad de lo que acostumbra el cine habitual. Nosotros, yonkis de la inquietud, recibimos estas micro dosis con mono; con una ansiedad creciente, a la espera de que esta sea saciada. El último tramo de la historia nos dará lo que esperamos. Esta película logra que, pese a lo predecible, nos falte el aliento en su conclusión. Que contemplemos, con inusitada angustia, su portentoso cierre; regalándonos un escalofrío final tan aterrador como breve; un plano de menos de un segundo, al borde de lo subliminal, que te acompañará durante días después de ver la película.

Dos factores hacen que este título funcione como lo hace: Una dirección y planificación de las secuencias rotunda. Con una confianza en su potencia que no tiembla ni cae en convencionalismos para atraparnos. Y una acerada dirección de actores, en la que ningún personaje desafina y en la que su actriz protagonista, Morfydd Clark, es un imán que cambia a cada rato de polaridad, atrayéndonos con la misma fuerza con la que después nos repele.

Sería genial que Saint Maud se nos olvidara entre las preferidas del año próximo. Indicaría una calidad asombrosa en el cine fantástico que está por venir. Importante señalar que esta cinta juega en la línea de cine más serio, independiente y fronterizo, de autores como Ari Aster. Los que disfruten del terror planteado como una montaña rusa: como un carrussel de sobresaltos efectista pero de fondo inocuo, no encontrarán el mismo placer que yo. El horror que presenta pica mucho más profundo en la piel y su marca es más crónica e indeleble.

Desde luego el debut en el largo de su directora, Rose Glass, no puede ser más prometedor. Su sutil forma de trasladar la mente de Maud a la retina del espectador, la elegancia de su reflexión acerca del fanatismo y su manejo de la cámara creo que han logrado un film que será de culto; para mí ya lo es. Solo espero que no marque una cúspide y que en un futuro nos regale más momentos tan escalofriantes como estos.