Una salvaje mezcla de gore y sexploitation
"Gutterballs" es una película honesta que ofrece al espectador todo lo que promete. Y Ryan Nicholson, su director, es un provocador nato que ha construido, con "Gutterballs", un enorme monumento al mal gusto, la brutalidad y la repulsión.
Hay películas en las que se hace especialmente duro y complicado el proceso de comentarlas y acabar recomendando, o no, su visionado. "Gutterballs" es una de esas películas.
Vaya por delante que no me gustó "Gutterballs". No pude –o no supe- disfrutarla. Demasiados factores juegan en su contra: una historia sin pies ni cabeza (aunque a decir verdad, una película del estilo de Gutterballs no necesita detrás una historia sólida que la sustente), unos personajes exageradamente estúpidos que no dejan de gritar durante todo el metraje (y que parecen empeñados en batir todos los récords en la utilización de la palabra “fuck”), un ridículo asesino con una bolsa de bolos cubriéndole la cabeza ¿?, un evidente homenaje a los slashers más salvajes de los 80 (“Maniac”, “Torso”,...) que a mí, personalmente, no me aportó demasiado, y una resolución terriblemente confusa, absurda y previsible.
Lo mejor: No engaña a nadie: sexo, vilación, mutilación, gore y violencia.
Lo peor: El argumento, los personajes y los diálogos.