Styria
Amor requiere sacrificio
En 1989, una enajenada joven de 16 años llamada Lara Hill (Eleanor Tomlinson) se adentró junto a su padre (Stephen Rea), un historiador de arte, en un abandonado castillo atravesando la “Cortina de Hierro”. De un acccidente de coche en las afueras del castillo surge la enigmática y bella Carmilla (Julia Pietrucha). Es entonces cuando las dos jóvenes inician una relación tóxica; pero cuando Carmilla desaparece misteriosamente, las heridas mentales de Lara erupcionarán en una pesadilla viviente que consume desde años a la ciudad de Styria.
Hay una cosa que, de entrada, adoro de Styria, y es que un proyecto de esta naturaleza “requiere arriesgarse”; y eso, en cierto modo, suele demostrar la pasión y el esfuerzo que uno pone en el trabajo que realiza. Mauricio Chernovetzky y Mark Devendor afirman ser dos grandes fanáticos de la obra de Le Fanu, Carmilla, novela que inspira la película que hoy nos ocupa. Una obra literaria que he defendido a capa y espada en varias ocasiones y que dio orígen a la que actualmente es una de mis películas favoritas de comienzos de los 70: Lemora, un cuento sobrenatural. En conclusión, era prácticamente inevitable que me fijara en Styria. Sin embargo esa fijación personal por la obra de Le Fanu también comporta un riesgo: suelo mostrarme, quizás, demasiado exigente con este tipo de producciones. No obstante intuyo que Styria propone otro tipo de giros a los habituales cuando se trata de adaptar Carmilla. Más allá de la inocencia corrompida por un ente oscuro y sensual, Styria parece decantarse por el terror psicológico de una mente inestable y lo dificultoso de convertirse en una mujer en un momento insano y tenebroso, cuyas reminiscencias dieron lugar a grandes clásicos del género de casas encantadas como The Innocents. Es posible que esta perspectiva que parece tomar Styria reste parte de esa potencia sexual, lésbica y explícita que contenía la obra de Le Fanu (recordemos que la película de Richard Blackburn, Lemora, fue censurada por contener una escena sexual lésbica con una menor de edad), lo que no implicaría un inconveniente en sí mismo siempre y cuando se supla con ingenio, sagacidad y se sepa sugerir lo debido (véase la propia Lemora, cuya escena sexual anteriormente mencionada jamás vió la luz, y sin embargo la película sigue siendo una genialidad con todas las letras).