Los olvidados

Los hermanos Onetti (Luciano y Nicolás) son muy populares entre los aficionados al cine fantástico por su revisión de los elementos del giallo italiano en su trilogía de títulos: Sonno profondo, Francesca y Abrakadabra. También lo son porque, en su apoyo al género en lengua castellana, han producido cintas como la española “Compulsión”, la Chilena “Trauma” o la recopilación de cortometrajes “A Night of Horror: Nightmare Radio” (que cuenta con trabajos de dos amigos de nuestra web como son Sergio Morcillo y Pablo Pastor). Aquellos que hayáis visto al menos un par de los títulos mencionados, reconoceréis en esta pareja su gusto por el horror visceral (en los dos sentidos de la palabra), por las experiencias intensas. “Los olvidados” viene a ser una carta de amor a uno de los títulos míticos del terror explícito: “La matanza de Texas”.

Un grupo de cineastas se traslada a un pueblo fantasma para rodar un documental sobre las circunstancias que rodearon la desolación de su paisaje. Desgraciadamente se encuentran menos solos de lo que imaginaban y tendrán que vérselas con una familia de costumbres salvajes.

Ninguna cinta posterior a la original de Hooper ha alcanzado, en intensidad y textura de pesadilla, a este subgénero del terror que se basa en el secuestro y tortura de un surtido grupo de amigos de mano de otro surtido grupo de sicópatas. Tal vez sólo se salven de forma sobresaliente la secuela del mismo realizador y el remake de Alexander Aja de “Las colinas tienen ojos”. Para mi gusto el resto de los títulos que siguen esta estela se quedan muy, muy por debajo del patriarca. Entiéndase que, aunque sus sucedáneos no lo alcancen, disfrutamos de lo lindo viendo estos intentos de emulación. Puede que en brutalidad “Frontiers” o “Aux yeux des vivants”, “Trauma” o “La casa de los 1000 cadáveres” superen con creces la propuesta original, pero absolutamente todos sus hijos bastardos carecen de esa genialidad accidental, de esa alineación planetaria, que se da en títulos singulares y que otorgaba visos de real a la pesadilla de celuloide. Desde luego si hay alguna alineación cósmica en este homenaje de los Onetti ha sido un eclipse, pues nada salvo su ambientación funciona como debería en “Los olvidados”.

Los directores, que también son autores del guion, reúnen una serie de personajes poco o nada perfilados que rápidamente repostan con una furgoneta en otro lugar común del género: la cutre gasolinera en medio de ninguna parte. Y continúan minuto a minuto acumulando tópicos. La llegada al pueblo sube enteros al producto. Un lugar arrasado, fantasmagórico, ofrece infinitas variantes a los guionistas para continuar su historia, pero, tras 15 minutos manteniendo a los personajes suspendidos en distintas tramas paralelas, cortan por lo sano apresándolos en el interior de una instalación y comenzando con las consabidas secuencias de tortura.

Nada de lo que observamos en “Los olvidados” nos sorprende. No hay reto, no hay cambios respecto a un esquema manido y los homenajes se terminan por antojar como recursos a una alarmante falta de creatividad. La tortura es artificial. El gore un tanto artesanal e insatisfactorio. Los actores chillan bien, pero actúan sustancialmente peor, y su vistoso ejercicio de encuadre y color se viene abajo en cuanto se precisa algo más de acción en cámara e ingenio en la mesa de montaje.

Los fans del terror somos omnívoros; podemos tragar de todo sin necesidad de paladear o de disfrutar en boca nuestros manjares. Pero me temo que “Los olvidados” no está todo lo cruda que precisa la carne para un salvaje y desde luego no está lo suficientemente bien elaborado para que lo goce un sibarita.