The living and the dead

Si hay una empresa de televisión que es todo un referente de calidad y buena factura respecto a sus producciones es la BBC. La cadena pública británica es un ejemplo de diversidad de contenidos, respeto por la audiencia que la financia y cuidado por su pasado y futuro. Para mí el sello de la BBC a la hora de ver un producto me anticipa que, pese a que pueda no interesarme absolutamente nada, merece la pena probar a ver qué es lo que se me ofrece. “The living and the dead”, serie de la cadena que analizamos en estos párrafos, reúne muchos de los elementos que son señas de identidad de la marca: magnífica ambientación, buenas interpretaciones y calidad técnica envidiable en el empaque final. Ya solamente estas virtudes hacen recomendable su visionado a aquellos que sientan cierta intriga tras leer nuestra reseña.

En plena revolución industrial, un matrimonio joven y con formación decide trasladarse a la granja que han heredado. dejan atrás la avanzada y bulliciosa capital para sumergirse en un ambiente lleno de tradiciones y leyendas. La aparente posesión de una adolescente por parte de un espíritu, será el primero de muchos acontecimientos inquietantes que parecen rondar a la comarca… Entre ellos la presencia de un espectro femenino que porta un extraño libro luminoso.

Sin renunciar en ningún momento al clásico cuento de fantasmas de la literatura inglesa, con sus apariciones en ventanas, historias sórdidas de muertes cuyos culpables quedaron impunes, y ritos ancestrales para favorecer las cosechas o la fertilidad de las mujeres, la serie desarrolla en paralelo otra trama que recuerda a las apariciones contemporáneas de “Los otros” de Amenabar. Una trama en la que el protagonista, muy bien interpretado por Colin Morgan, intenta racionalizar los misteriosos lapsus en los que ve nuestro mundo actual. De este modo, cada uno de sus seis episodios muestra y resuelve un misterio, al tiempo que el conjunto de la temporada construye una segunda historia más ambiciosa y moderna.

Hay que destacar que la serie no tiene pretensiones de asustar y espantar a su audiencia. Sus tramas de miedo son muy suaves y vienen aderezadas con pequeños sustos que en ningún caso nos impedirán dormir a pierna suelta, y menos en estos días donde el terror real nos rodea. En cualquier caso, la inquietud va en un constante crescendo que concluye en dos episodios finales de temporada potentes. Un cierre donde los elementos más dramáticos de sus personajes dejan casi todo el espacio a lo sobrenatural y al misterio, y donde también casi toda su luminosidad anterior se pierde e favor de una crueldad cada vez menos soterrada.

Los amantes del cine de época, encontrarán en “The living and the dead” una serie que plasma el terremoto social que supuso, en la Inglaterra rural, la llegada de nuevas formas de cultivo y maquinarias. El choque resultante del nacimiento de la psicología y la ciencia moderna contra las mentes de los adoctrinados en las leyendas y en la religión. Ese fin de una época se retrata con la elegante transformación y empoderamiento de Charlotte Appleby, mujer del protagonista, que trata de ampliar las miras de sus trabajadores. Un relato más cercano a las heroínas de la literatura y televisión romántica, que a las modas feministas de la política mediática actual (sin indicar que ninguna de las dos tendencias sean necesariamente malas).

Seguramente los seguidores del gore de alta intensidad, los amantes del terror sin concesiones, huirán de esta serie como la grasa huye del Fairy en una sartén con agua. Pero aquellos que busquen un entretenimiento suave, que equilibre drama, escalofríos y cine de época, descubrirán un producto bien armado que deja con ganas de más…. desgraciadamente no se vislumbra una segunda temporada.