Spiral: Saw

“Saw”. Vuelve la saga mas cínica y que a su vez mayor cinismo despierta a la hora de ser valorada. La gallina de los huevos de oro explotada a unos niveles de industria que en ocasiones han abrazado el ridículo. Hubo un tiempo en que el estreno de una nueva entrega estaba asegurado una vez al año, concretamente en Halloween. Los fans vivieron aquel momento muy intensamente. Películas que, independientemente de su calidad, aportaban al espectador lo que este pedía. Un truco de magia muy barato, pero siempre con garantía de entretener y de conseguir que nos tapásemos los ojos ante algunas de las salvajes torturas que Jigsaw y sus discípulos preparaban para sus víctimas. Si de algo no se puede culpar a la saga es de falta de transparencia.

El detective Ezekiel Banks (Chris Rock), conocido por su inestable temperamento y por los errores de su pasado, y su nuevo compañero William Schenk (Frank Minghella) se verán involucrados en una serie de asesinatos que pondrán al cuerpo de policía en el punto de mira. Desde el primer cadaver encontrado, queda patente que todo el entramado es obra de lo que parece ser un imitador de Jigsaw, cuyos discípulos (y él mismo) llevan años muertos. A medida que la investigación avance, la comisaría y sus integrantes empezarán a verse, cada vez más, con el agua al cuello, mientras el asesino disfruta jactándose de sus fechorías a través de mensajes enviados a la propia policía.

Si estuviésemos en 2007 la primera pregunta que el espectador se plantearía sería: ¿cómo demonios se las habrán apañado para hacer que esto siga formando parte del plan de John Kramer? La saga original, y aquel apéndice llamado “Jigsaw” cuyo objetivo todavía no ha quedado muy claro, se empeñó siempre en estirar el chicle de su personaje central hasta lo inabarcable. De hecho, fueron sus propios guionistas los que se pusieron las cosas difíciles. No es de extrañar que el recuerdo general que quede sea el de una gran primera entrega y tras esta una serie de secuelas interminables basadas en la repetición y los guiones imposibles. Pese a ello, son bastantes las entregas de la franquicia que se pueden rescatar como buenos entretenimientos. Pero bien es cierto que la cosa fue de mejor a peor.

Por ello mismo, lo mas interesante de esta nueva Spiral: Saw, a medio camino entre el reboot y algo parecido a un spin-off, es su capacidad de desprenderse de aquella necesidad de mantener viva una trama suplicante de eutanasia.Chris Rock ejerce mejor de artifice de esta nueva entrega que no de protagonista de la misma. Él parece estar en otra película. Uno mucho mas cercana  a su tono. Por lo general las interpretaciones son poco notorias a excepción de un Samuel L. Jackson que destaca y a la vez se invisibiliza por hacer, de nuevo, de si mismo. Pero lo que si logra Rock en su papel fuera de escena es conseguir nivelar el tono salido de madre que había alcanzado la saga. La esencia se mantiene. Las trampas siguen siendo salvajes, pese a que la estética mas limpia y cuidada introducida en la anterior entrega suavice bastante el componente desagradable y la trama policial vuelve a funcionar como lo hacía en las primeras tres entregas. De hecho, la película elige focalizar en este componente de investigación, dibujandose como una especie de Se7en de bolsillo y aportando un mayor peso a sus personajes. Incluso enfatizando el discurso, algo que siempre quedó muy diluido en anteriores episodios. El componente crítico ante la impunidad y brutalidad policial de la que goza la benemérita americana sorprende por lo directo y por lo centralizado que está en su guion. Incluso parece que a Mr. Snuggles, la nueva mascota de este aparente copycat de Jigsaw, lo pudiéramos encontrar haciendo pintadas de ACAB en las escenas del crimen.

Esta focalización en la investigación policial le aporta a la película la capacidad de mostrarse como un capitulo aparte, pero a su vez perteneciente a la saga. Puede disfrutarse de forma individual, pese a estar obviamente anclado a una figura que casi todos los que acudan al cine conocerán. Pero a su vez recupera parte de lo que, en su momento, hizo reconocible a la franquicia. Y es que pese a una iluminación mas cuidada y, sobre todo, matizada y limpia, Darren Lynn Bousman recupera tics de identidad de sus tres capítulos en el libro de Saw (la segunda, tercera y cuarta entrega) como son los montajes flasheros y fragmentados, sacados de un videoclip de los noventa, la estética industrial y sucia y oxidada de los mecanismos y localizaciones de las trampas y los planos detalle de las imágenes más escabrosas sin miedo a mostrar de más. Esto genera un balance entre la suciedad excesiva, pero marca de la casa, a la que estamos acostumbrados y el lavado de cara que intentó introducir la anterior entrega y que nunca consiguió funcionar.

Lo que si echarán en falta muchos fans acérrimos de los guiones originales es un twist final mas elaborado y menos previsible. Y es que la fuerza que le falta al climax de la película noes consecuencia tan solo de un giro flojo, sino también terriblemente previsible debido a una escritura pobre que además a nivel visual no se trata de maquillar en ningún momento. Bien es cierto que en este caso el libreto es algo menos tramposo de lo habitual. Se ha optado por la búsqueda de la verosimilitud, pero para ello se ha obviado el interés. Ciertamente la película es mas equilibrada, ya que sus piezas intentan moverse con los pies en la tierra. Pero a su vez termina sintiéndose tibia y algo falta de punch.

Al final un proyecto tan loco como un reinicio de la saga Saw perpetrado por Chris Rock como maestro de ceremonias, termina siendo una pieza a medio camino entre lo mejor y lo peor de la saga. Una película sencilla y funcional. Que posiblemente no será recordada, pero si disfrutada si uno es capaz de dejar el cinismo apegado a los discípulos de Jigsaw en casa antes de ir al cine.