drogas

El crimen de un misógino drogadicto

J. González (Chupasangre)

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Trash 2: Las Tetas de Ana L

Después de la orgía...

Trash 2: Las Tetas de Ana L

Al día siguiente de meter a su hermano en el segundo peor problema de su vida, Ana Ele Bruselas escapa de sus mafiosos captores sin poder llevar consigo las tetas cercenadas en forma de pago por cierta caja de ilegal contenido no entregada a tiempo (estos hechos ocurrieron en Trash). Por desgracia para los demás, Ana Ele no va a descansar hasta recuperar sus preciados senos: la ciudad temblará mientras la bruta Bruselas avance en su cruda y aleatoria investigación mamaria, rompiendo huesos y pateando dientes camino al perverso señor Gatrachele, cerebro detrás de toda la turbia red de tráfico de órganos que impregna las calles.

Drogas, sexo y violencia en una sucesión de locura frenética que va desde taxistas desequilibrados a skinheads pasados de anabólicos, de abortistas inescrupulosos a catadores de esperma, de transas, putas y chupavergas a la consecución de la felicidad mediante medios químicos.

Vaya por delante que no he tenido la oportunidad de ver Trash (2010). De hecho, hasta hace apenas unos días, cuando los chicos de la productora argentina Sarna se pusieron en contacto conmigo para presentarme Trash 2: Las Tetas de Ana L., ni siquiera conocía de su existencia. Ahora sí… ahora ya me hago una ligera idea de lo que es Trash y de lo que es Trash 2: Las Tetas de Ana L. Y todo gracias a un demencial email que me enviaron los chicos de Sarna a modo de presentación de su nueva película y que incluía perlas como la siguiente: “Por cada pintada en la que se lee “el punk está muerto”, la SARNA tira una toma, se caga de risa, repite y se destapa una birra. Ahora, si creías que el resultado son los mismos cuatro acordes roñosos de siempre estás equivocado, no entendiste nada. El punk de la SARNA es el equivalente al ABBEY ROAD de los BEATLES (por mucho que ellos odien esa comparación): un laburo jodido, detallista, minucioso, pleno, cuidado… Si TRASH era un mambo epiléptico, TRASH DOS es un epiléptico dentro de la coctelera de un barman particularmente bestia: un trago único, de esos que te dejan en otro lado, de esos que te quiebran de movida, de esos de los que salís sólo de dos modos: o vomitando y prometiéndote no tomar más o con ansías de repetir. La decisión queda en vos.”

Wolf Creek 2, Curse of Chucky & Carrie

Secuelas y remakes para todos los gustos

Wolf Creek 2, Curse of Chucky & Carrie

Tres jóvenes mochileros viajan al legendario cráter de Wolf Creek, en Australia, con la esperanza de vivir una auténtica aventura. Lo que no podían esperar es que esa aventura devenga en pesadilla cuando se encuentren con Mick Taylor, el último tipo al que cualquier persona desearía encontrar. Mientras ellos tratan de huir, el psicópata les dará caza a través del salvaje territorio y, ya en la guarida del asesino, se darán cuenta de la monstruosidad de ese hombre.

Casi diez años han tenido que transcurrir para poder ver de nuevo en acción a Mick Taylor, aquel campesino del desierto australiano, con pinta de bonachón, que se las hacía pasar canutas a un par de turistas despistados. Así es, vuelve Wolf Creek, el survival que en 2005 sorprendió a propios y extraños logrando un inesperado éxito de crítica y público. Para los partidarios de la película original, de entrada, un par de excelentes noticias: repiten John Jarratt en el papel de Cocodrilo Dundee psicópata, y Greg Mclean (El territorio de la bestia, 2007) tras las cámaras. A pesar de que durante años se especuló con la falta de presupuesto como principal razón por la que Mclean no se lanzara de cabeza a una más que probable secuela de su exitoso debut, lo cierto es que es el propio John Jarratt el que ofrece una versión disinta del porqué se ha demorado tanto Wolf Creek 2: “Greg se negó simpre a hacer una secuela de Wolf Creek hasta que encontrase un guión que fuera tan bueno como el original. Pues bien, creo que este guión es incluso mejor. (…) Es una road movie, y algo más que una simple película de persecuciones. Tiene momentos realmente aterradores.” Por desgracia las primeras críticas de la película, tras su paso por Venecia, no son tan condescendientes con Wolf Creek 2. Desde quiénes consideran la secuela como una película “… ni tan sorprendente, ni tan esencialmente aterradora como su predecesora”; hasta quiénes, directamente, niegan que a estas alturas el bueno de Mick Taylor “resulte una presencia realmente amenazante en pantalla”. Por mi parte os confesaré algo (a riesgo de someterme al escarnio público): a pesar de considerarme un ferviente admirador del survival, Wolf Creek siempre me ha parecido una película sobrevalorada… lo que no significa que me parezca una mala película.

Exorcismo en Georgia

El libro de reclamaciones

Exorcismo en Georgia

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DIVERSIÓN:
TERROR:
ORIGINALIDAD:
GORE:
  • 1/5

Exorcismo en Georgia

Prácticamente, no hay nada bueno en “The Haunting in Connecticut 2: Ghosts of Georgia” y, lamentablemente, no es una exageración. Cómo ha llegado hasta las pantallas españolas es un misterio: como bien se apuntó en estas páginas, casi no ha tenido distribución cinematográfica en Estados Unidos, y desde abril de este año circula por el mercado doméstico… Que nosotros tengamos el “privilegio” de poder verla en pantalla grande imagino que responde o al ojo avispado de un distribuidor que quiere aprovechar el tirón de The Conjuring, o a que forme parte de un lote; o sea, que se exija su exhibición a cambio de poder proyectar, dentro de unos meses, otra película de mucho más renombre y rentabilidad supuestamente garantizada.

Sea como fuere, ahí está. Cuenta la historia de Lisa y Andy Wiryck, una joven pareja que, junto con su hija Heidi, se mudan a una casa en Georgia que pronto descubrirán tiene más habitantes de los que les gustaría. Lisa comienza a ver a su difunta madre dándole mensajes desde las esquinas oscuras de la casa, y la pequeña Heidi resulta hacerse amiga de un espíritu, el señor Gordy, que parece tener intenciones poco claras… Y, sobre todo, estar relacionado con la misteriosa desaparición de una decena de esclavos en el pasado.

Lo mejor: El aire acondicionado de la sala.

Lo peor: La película no es para una sala de cine, y se nota.


Toad Road

Picnic en... ¿Toad Road?

Toad Road

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DIVERSIÓN:
TERROR:
ORIGINALIDAD:
GORE:
  • 3/5

Toad Road

Han transcurrido, ni más ni menos, que 38 años desde que Peter Weir llevase a la gran pantalla, de manera fidedigna y excepcional, uno de los mayores enigmas de la literatura anglosajona que su creadora, la gran Joan Lindsay, aludió bajo la siguiente pregunta: ¿Qué fue de las jóvenes de Hanging Rock? Y tras 38 años de evolución (o involución, dependiendo de por dónde se mire) en la sociedad, donde los misterios van transformándose a modo de cuentos surrealistas que todo el mundo define como leyendas urbanas, llega Jason Barker con su filme indie bajo el brazo y nos propone prácticamente la misma pregunta: ¿Qué fue de la joven de Toad Road?

Es evidente que entre Toad Road y Picnic en Hanging Rock hay un abismo colosal, en todos los sentidos. Como podéis apreciar en el tráiler de Toad Road, estamos ante una cinta independiente y visualmente muy precaria, algo completamente opuesto a lo propuesto en Picnic en Hanging Rock, que es una autentica explosión visual de paisajes frondosos, rocosos, convulsos y mágicos de la Australia más rural y naciente. Un lugar donde todo parece de ensueño. Pero a pesar de ello Banker demuestra ser muy sagaz. Por supuesto que sabe que Toad Road no alcanzará ese estatus visual y tampoco pretende arriesgarse a generar un estropicio en dicho ámbito, por eso opta por el camino opuesto y, al mismi tiempo, económico: la realidad. Y que mejor manera de plasmar la realidad que los planos testigos (de ahí que los actores sean debutantes en su mayoría y conserven sus nombres reales). Los planos testigos de una experiencia lóbrega y confusa.

Lo mejor: Sarah Ann Jones, la verdadera luz de este Toad Road.

Lo peor: No tiene nada de especial, no deja huella. El guión es flojo, lacustre y vago; muchísimo que pulir, por muy innovadora que sea la mezcla.


K-11

¿Un exploit carcelario emparentado con la saga Crepúsculo?

K-11

Como Alicia en un País de las Maravillas brutalmente violento, el ejecutivo musical Ray Saxx Jr. se encuentra atrapado en K-11, una lugar muy especial del Sistema Penitenciario del Condado de Los Ángeles. Le ingresaron en prisión estando inconsciente y no tiene idea de cómo llegó hasta allí. Lo único que sabe es que tiene que salir pitando… vivo e intacto. Para lograrlo Ray deberá sobrevivir en un laberinto de drogadicción, travestis, criminales y políticos corruptos.

El K-11 es una prisión de Los Ángeles ocupada, en su totalidad, por reclusos gays y transexuales. Además la corrupción de los funcionarios, dirigentes y políticos, por lo visto todos ellos dispuestos a conceder beneficios a cambios de favores sexuales, campa a sus anchas tras los muros de la penitenciaría. Y en tan tremendo escenario aterriza un ejecutivo musical que no tiene ni puñetera idea de cómo ha llegado hasta allí. Sexo, drogas, violaciones, abusos, prostitución, violencia, corrupción… ¿Qué pensaríais si de pronto os digo que K-11 tiene más de un punto de conexión con la saga Crepúsculo? Cuesta creerlo ¿no?

El Apocalipsis Zombie ha llegado...

Se reclutan voluntarios

El Apocalipsis Zombie ha llegado...

Llevaba semanas preparando el “golpe”, así que nada podía fallar. Ya tenía elegido el sitio: un viejo solar abandonado el que agonizaban las viejas ruinas de un edificio que apodábamos con el simpático nombre de “el caserón” y que servía de refugio para pequeñas Almas Oscuras dedicadas a organizar timbas ilegales de cromos y canicas (eso sí eran juegos de verdad y no las pijadas de última generación devoradoras de tarjeta gráfica). Ahora sólo me faltaba la “mercancía”, pero corrían los años 80, una época mucho menos hipócrita y alarmista para este tema y por lo que uno siempre podía contar con la complicidad de algún kiosquero sin escrúpulos. Así que, me armé de una fingida confianza que no sentía en absoluto y con unas precarias diez pesetas de por aquél entonces, le dije al dependiente en tono muy serio: “un Fortuna suelto, por favor”. Acababa de comprarme mi primer cigarrillo.

Refugiado en mi escondite y provisto de un paquete de cerillas que había birlado a mi madre y que debía devolver antes de que se percatara de su extraña desaparición, procedí a encender el objeto de mi psicotrópica curiosidad. ¡Ah, el placer de saborear lo prohibido! ¡Estaba fumando! Aún no sabía cómo hacer para expulsar el humo por la nariz, pero con aspirar y expirar me bastaba. ¡Porque ya era un chico mayor! Saborearía eso a lo que todo el mundo estaba enganchado. Seguro que tenía algún tipo de facultad especial, que me daría más energía o algo igual de excitante.