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Dos chicas, dos chicos, un perro y una furgoneta. El equipo suficiente como para desenmascarar el misterio de la casa encantada donde unos malandrines imprimen dinero falso. Así, decenas y decenas de infructuosos casos hasta que la casa Kyser se pone delante de las narices de nuestro aguerrido grupo de jóvenes investigadores. Su último encargo incluye pasar la noche en la casa con un amplio historial de locura, rituales satánicos y niños desaparecidos; para demostrar que se trata de una mansión completamente normal. ¿Lo es? Será la mañana del sábado la que responderá nuestra pregunta, cuando bien encontremos otros estafadores presos gracias a nuestros chicos o bien sólo encontremos sus restos descuartizados.
Saturday Morning Mistery, anteriormente conocida como Saturday Morning Massacre, es una cinta que corre el riesgo de pasar desapercibida por los amantes del cine de terror debido a sus orígenes independientes, así como a la forma de venderse. Nada sería más injusto, porque al margen de su germen underground nos encontramos con un proyecto que se toma muy en serio el diálogo con el espectador experimentado, buscando descolocarlo, atraparlo y epatarlo mediante una mezcla poco ortodoxa de subgéneros, tonos y escenas perturbadoras. Por no hablar de su genial arranque, como comedia negra, que no dejará de sorprender a nadie, incluyendo unos títulos de crédito que aunque económicos ya ofrecen algo distinto.
A pesar de sus fallos, que los tiene y la gran mayoría deudores de su escaso presupuesto, esta película norteamericana se pone el listón muy alto y deja más que satisfecho a cualquier amante del cine de terror. ¿Por qué? Como ya comentaba, su mezcla de subgéneros hace que el metraje transite durante su primera hora por una variedad de situaciones argumentales muy jugosas. No es mi tarea desvelaros nada de su argumento porque precisamente en la sorpresa basa tanto su mejor baza como esos problemas de “marketing” que pueden causar rechazo a cualquier que se introduzca a la cinta con su peculiar tráiler. Así que disculpadme si no comento nada de los cuatro volantazos o subgéneros que nos han preparado sus guionistas – tal vez en su elevado número encontremos la razón de este sabroso coctel –, puesto que sería alterar la inteligente experiencia que se nos presenta: un guión divertido que no se opaca incluso con un par de agujeros escandalosos.
Lo mejor: Su mezcla de géneros, tonos y los bruscos giros del guión que son capaces de descolocar al aficionado más irredento.
Lo peor: Su tramo final toma un rumbo más prosaico y directo que deja un poco frío ante su potente inicio.