Un asesino en serie de toda la vida, Hackley, está pasando por la crisis de la mediana edad y se replantea su vida y carrera cuando ya no aguanta el maltrato de un jefe insoportable y déspota.
Desde 1980, Hackley ha personificado el miedo. Este prolífico asesino en serie ha acabado con cientos de personas durante su reinado de terror. Y no lo ha hecho por mera locura… Es sólo un trabajo.
Hackley es uno de los muchos asesinos enmascarados empleados en “Revelation Killing Solutions”, la tercera empresa más rentable en la industria norteamericana. Hackley es el miembro del equipo más veterano en la división “Slashers”, pero ha perdido el entusiasmo que una vez sintió por su trabajo.

A primera vista no parece la película del siglo. Es más, de cerca, a nivel microscópico, parece un verdadero bodrio semi amateur que no tendrá ni gracia ni pizca de terror. ¿Las neuras y digresiones de un asesino en serie enmascarado? La faceta humana detrás del slasher ya se ha explotado con relativo acierto en películas como “The Last Horror Movie”, “Behind the Mask” o “Henry, retrato de un asesino”, entre otras.

Un actor creído y mal nacido atormenta a sus compañeros de rodaje hasta que un “accidente” se lo lleva por delante. Queridos fans, no os preocupéis, no tardará en volver dispuesto a repartir justicia con su afilada macheta.

Hace más de un largo lustro que conocí de la existencia de este slasher sobrenatural tailandés gracias a una noticia salida de la pluma de Joan Lafulla, en esta vuestra página. Lo cual, aparte de su apopléjico y exagerado tráiler, se convertía en un punto de interés adicional, pues que mi buen amigo se haga eco de producciones orientales no suele ser moneda de cambio común. A esta información se unía la promesa de un estupendo banquete gore servido por jovencitas de buen ver. El resultado final, siempre por debajo de lo prometido, no ha estado mal, dejando a “Ghost: The Cinderella” en una buena posición dentro del cine casposo. Ya que, de bajo presupuesto y divertidas limitaciones artísticas, no esperéis encontrar valores de calidad en una película que tan sólo intenta entretener a la platea joven y descerebrada. Claro que los más talluditos sabrán apreciar los guiños a, por ejemplo, “El Silencio de los Corderos”, así como de una acertada sátira a costa de la industria del cine de terror, para un servidor lo mejor del metraje.

En Willows’s Grave, el béisbol es una forma de vida. Después de una mala decisión durante un campeonato local, un grupo de padres rabiosos arrinconan al árbitro. De hecho, consiguen más de lo que esperaban cuando el encuentro termina en homicidio. Después de casi una década en un hospital psiquiátrico, este hombre ha vuelto para disfrutar de una merecida venganza.

Muchos ya estaréis cansados del grano gordo, el tracking y todas las imperfecciones de la era del VHS que algunos directores quieren volver a revivir para justificar sus proyectos de serie Z. ¡Cuánto daño hizo “Grindhouse”! Pero, también, con cuanta alegría se lanzaron muchos a abrazar este revival del que hoy andamos saturados. Este exceso tampoco quita que podamos disfrutar de títulos que, tomados a coña, bien puedan rellenar una noche de cervezas y amigotes. Por ejemplo “Dude Bro Party Massacre III” fue un divertimento sano y cateto para desintoxicarse de la rama más seria del cine de género, una que tampoco está dando los resultados esperados.

Cuando tres estudiantes universitarios se mudan a una vieja casa fuera del campus, sin querer liberan a una entidad sobrenatural conocida como “Bye Bye Man”, que se apodera de los que descubren su nombre. Ellos intentarán salvarse mientras al mismo tiempo mantienen la existencia de su atormentador en secreto para salvar a otros de la misma suerte.

Me gustan los slashers, me encantan los slashers sobrenaturales. Un cabrón de ultratumba que se cargue a todos los que se le pongan por delante, ese es el sueño húmedo en el que me recluyo cuando la humanidad se dedica a manosear mi escroto con su mezquindad. Claro que “Bye Bye Man”, increíblemente basado en hechos reales, parece un timo en su metodología, pues simplemente se dedica a poseer a aquellos que creen en él para que cometan las mayores atrocidades a su alcance. Vamos, Jason, Freddy y Chucky se lo meriendan entre asesinato y asesinato.

The Girl in the Photographs se vende como la película póstuma de Wes Craven. Lo que puede llevar a algunos a la confusión, pensando que el maestro que nos trajo Pesadilla en Elm Street (1984) o Scream (1996) se encuentra en la dirección. En realidad, Craven es el productor de este modesto slasher a la vieja usanza. No obstante, consiguió un hueco en la Sección Oficial del Festival de Toronto del año pasado. Las críticas fueron negativas. Su estreno definitivamente fue directo al VOD en Estados Unidos, el 1 del mes que nos ocupa. Pese a todo, es un producto que, aunque sea por nostalgia y/o por despedida al que fue un compañero del género durante tantos años, merece un oportunidad.

En uno de esos pueblos donde nunca ocurre nada, un psicópata empieza a masacrar jóvenes, sacando fotografías a los cuerpos en posiciones que “homenajean” las instantáneas de un celebre fotógrafo sospechosamente similar a Terry Richardson.

En el pequeño pueblecito de Cherry Falls las cosas se están poniendo calientes. Cuando varios jóvenes acaban acuchillados el pánico cunde en el instituto. ¿Qué hacer para evitar ser la próxima víctima del despiadado asesino? Pronto salen a la luz las aparentes motivaciones del psicópata: exterminar a todos aquellos que todavía sean vírgenes. Así que el instituto de Cherry Falls se lanza a la preparación de una orgia comunal: ¡el sexo os hará libres!

¡Cómo pasa el tiempo! Recuerdo que el duro invierno de 2001 nos golpeaba en Zaragoza mediante fuertes rachas de cierzo cuando fui al cine a ver “Cherry Falls”. Era una época en la que cualquiera, yo incluido, no dábamos un duro por las películas de terror estrenada en salas comerciales: importante darse cuenta de que ese mismo año se estrenaría “Tuno Negro” en nuestras cines. Mis amigos y yo vivíamos una desconexión más que justificada con el terror, pero a rebufo de “Scream” se iban estrenando una serie de slashers para adolescentes que servían como excusa ideal para reunirnos y acudir al cine de turno medio borrachos, por aquello de proteger nuestra integridad mental ante el seguro muermo que nos esperaba.