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Todo un personaje mítico de la crónica negra catalana, también sobradamente conocido en el resto de España, Enriqueta Martí, alias “La vampira del rabat”, murió en prisión, desangrada por un cancer de útero antes de que la justicia pudiera dar buena cuenta de ella. La historia oficial la dibujaba como a un monstruo, una asesina de decenas de niños que desangraba hasta la muerte y después empleaba su carne y órganos para elaborar elixires y pociones. No era extraño que su historia años después de su fallecimiento, fuera un recurso excelente para amedrentar a niños e indicarles los peligros de confiar en extraños.
Este año “La vampira de Barcelona”, película inspirada en ella, se llevó en Sitges el premio del público. Un galardón discutido, algunas voces lo tildaron de regalado, para una cinta peculiar, singular en su puesta en escena, que opta por desmontar el mito tras tan rotundo apodo y presentar a un ser frágil, mucho menos letal de lo que en principio se intuye. El monstruo se transforma en drama. Si esperáis terror esta no será vuestra reseña.
Un periodista investiga la desaparición de varios menores, entre ellos uno de la alta sociedad, en la Barcelona de principios del siglo XX. Aunque la justicia parece haber encontrado a la causante de estos secuestros, sus pesquisas le llevan a descubrir un misterioso burdel donde se puede tener todo lo que uno desee si lo puede pagar. Mientras la versión oficial se impone, las dudas del protagonista crecen y empieza a intuir que, tras la figura de Enriqueta Martí, lo mismo se esconde una élite corrupta que campa a sus anchas.
Lo mejor: Interesantísima factura y sale Anna Alarcón, una actriz que aunque no menciono en la crítica me parece que apunta muy alto.
Lo peor: Posiblemente no es la película de los visitantes de esta web.