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Uzumaki

In the windmills of your mind

Uzumaki

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DIVERSIÓN:
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  • 4/5

Uzumaki

Tres iluminaciones ha de haber tenido Akihiro Higuchi, director bajo el alias de Higuchinsky, a la hora de adaptar al cine -la obra magna del manga de terror_, Uzumaki, del sensei Junji Ito. La primera, que era un material que elude la representación, más allá de que esté sacado de algo tan visual como un manga. La segunda, que tendría que inventar su propio final, ya que a la hora de la producción la obra no estaba concluida. Y la última, y quizás la más importante, que tendría que recortar y reinventar mucho de la trama, ya que contaba con un presupuesto muy limitado, como la mayoría del JHorror de finales de 1990 y principios del 2000, para algo que necesitaba recursos similares a los de una producción hollywoodense.

La estudiante de secundaria Kirie, habitante de Korouzoi chu, pequeño pueblo portuario, nota que el padre de su novio, Shuichi, filma un caracol. Luego, lo encontrará en su casa con su padre alfarero, filmando también el vortice que conforman las piezas que giran en el torno. Shuichi le confesará que su padre está poseído por la espiral. Todo escala rápidamente, los habitantes del pueblo se obsesionaran y serán poseídos por el poder de la forma espiral, no solo mental, sino también físicamente. Los comportamientos serán cada vez más erráticos, los mismos cuerpos se retorcerán y no habrá escapatoria…

Lo mejor: El delirio, la estética y el clima general.

Lo peor: queda muy empobrecida en comparación con el manga. Su extrañeza le puede jugar en contra


The grudge (La maldición)

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The grudge (La maldición)

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  • 3/5

The grudge (La maldición)

Si hay una saga del terror japonés que se haya exprimido hasta su última gota es Ju-on. Siendo siempre fiel a su formula original, esta maldición se transmite con más efectividad que el coronavirus por Madrid. Afecta a todo aquel que penetra en los dominios de una casa donde un tremendo dolor ha materializado un rencor sobrenatural que se pega a todo visitante que atraviese el vano de la puerta. Cursa, como las enfermedades, con alucinaciones, sensación de que alguien te agarra el tobillo, sonidos guturales, crecimiento de negrísimo pelo largo y muerte. Como toda epidemia que se digne, traspasa fronteras y tras cuatro casos en Japón (aunque en su país constan actualmente siete u ocho) Se han dado tres casos (remakes) en Estados Unidos. Ahora y de la mano de uno de los directores más prometedores en esto de causar escalofríos, llega un nuevo arranque de la franquicia made in U.S.A.

Una oficial de policía investiga una serie de crímenes sucedidos en una misma casa durante distintos años y, desobedeciendo las indicaciones del agente que se hizo cargo de los hechos en primera instancia, entra en la casa en busca de respuestas. Descubre algo dantesco al tiempo que se lleva consigo una maldición que estaba confinada al edificio.

Nicolas Pesce, responsable de la interesantísima “Eyes of my mother” y de la estilosa aunque más discutida respecto a su calidad “Piercing”, permanece fiel a la defragmentación de la trama que ha caracterizado.

Lo mejor: Una versión más adulta, oscura y sangrienta

Lo peor: Es más o menos lo mismo de las otras entregas. A ratos es plomiza.


Infection

Los problemillas de la seguridad social

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  • 3.5/5

Infection

Bienvenido a la cuarta entrega de este especial sobre casas encantadas. Este domingo nos decantaremos por una contradictoria y polémica cinta nipona, cinematografía donde los fantasma siempre han gozado de un papel primordial. No, no trataremos de “Hausu”, la mayor locura rodada sobre casas encantadas, intentémoslo con un producto un poco más desconocido y moderno que, pese a sus fallos, será de agrado inmediato para los amantes de lo extraño.

Una negligencia médica tiene como consecuencia la muerte de un paciente en el turno de noche de un hospital severamente afectado por los recortes. En ese mismo instante, cuando los médicos al cargo, intentan ocultar el accidente, un nuevo paciente es traído al recinto, uno que muestra los signos de una extraña infección, la cual se irá haciendo poco a poco con el edificio hasta convertirlo en un espantoso muestrario de pesadillas.

Estamos ante una cinta genuinamente extraña, convertida en leyenda para algunos, un auténtico bodrio para otros. Sin decantarme por un bando u otro, en lo personal me resulta una película muy apetecible, siempre que uno esté ya curtido en películas de horror japonesas. En concreto, “Kansen” (o “Infection”) marcaría la línea descendente, quizás la última película notable, que ha adoptado el cine de terror nipón donde los viejos éxitos de “Dark Water”, “Marebito”, “One Missed Call”, “Kairo”, “Ringu” o “Ju On” quedan a más de una década de distancia. Con una primera mitad bastante lenta, el surrealismo se apodera de la pantalla, sin una explicación coherente detrás, para mostrarnos los horrores de un hospital fantasmagórico que sigue la escuela creada por las primeras partes de los video juegos “Silent Hill”, mezclada con distintas influencias que van desde Argento, por los colores saturados y los planos inclinados, hasta Lovecraft por el nihilismo cósmico escondido tras su desangelada conclusión. Y como tales referentes, se aleja de la racionalidad intentando usar el lenguaje de las pesadillas, su misión es producir terror psicológico en la audiencia sacándola de la zona de confort sustentada por la lógica. Aspiración lograda a medias, quedando en entredicho a causa de unas actuaciones que no sólo aumentan la sensación de confusión, sino que también aportan una comicidad involuntaria que rompe esa ambientación onírica tan bien desarrollada. A veces, como pasaba en “One Missed Call”, estamos bordeando la atracción de feria barata antes que la poesía del mejor Kurosawa o Nakata, lo que resta muchos enteros a una cinta que, más natural, podría haber sido espeluznante. Era un buen punto de partida, en cuanto a la visión terrorífica del asunto, situar la acción en un hospital ruinoso envuelto en una iluminación espectral; sin embargo, los efectismos dinamitan el ambiente de ultratumba…

Lo mejor: La ambientación fantasmagórica del hospital, magnífica iluminación.

Lo peor: Es bastante confusa y la credibilidad de sus actores anda por los suelos.


Ju-on: The Beginning of the End

Toshio se hace viejo y tiene achaques

Ju-on: The Beginning of the End

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  • 2.5/5

Ju-on: The Beginning of the End

Una profesora de primaria se interesa por un alumno ausente durante varios días. La piedad de la joven será el punto de partida para descubrir una maldición que alcanza a todo aquel que siquiera la roza.

“The Beginning of the End” sería la novena película de la franquicia “Ju-on” (o “The Grudge”), iniciada en el 2000 por Takashi Shimizu con una humilde cinta dirigida al mercado doméstico y que, aun a día de hoy, se establece junto a “The Ring” como piedra de toque del j-horror y una de las cintas más escalofriantes del nuevo milenio. También sería la cuarta de la serie que intenta dar un inicio a la historia de la maldición. Como ya comentábamos, en 2000 arranca la saga con la macabra historia de Kayako y su hijo Toshio, siendo “relanzada” con una especie de remake, llevado a cabo por su mismo director, más ambicioso y que se convirtió en todo un bombazo internacional en 2002. Tal fue el éxito que en 2004, el mismo año en que Shimizu estrenaba su obra maestra (“Marebito”), veía la luz el remake norteamericano (“El Grito”), protagonizado por Sarah Michelle Gellar y dirigido por el mismo Shimizu. Hasta aquí tenemos tres “inicios” para una historia que, dadas sus características, se alargó fácilmente en sendas segundas partes, dos de capital japonés y otra norteamericano, que mantienen con bastante soltura la historia inicial y las insignias de la saga: la presencia de Toshio (el niño cabrón de piel pálida), la compañía de Kayako (un Kairo que sintetiza de manera magistral la punta del iceberg sobrenatural japonés y que, junto a Sadako, han sido la base del j-horror tal y como lo conocemos) y una narrativa no lineal segmentada en varias historias entrelazadas alrededor de los dos personajes citados.

Lo mejor: Como siempre, la narrativa no lineal y el barniz aberrante de su conclusión.

Lo peor: La sensación de una saga sobre explotada que no da para más.


Naked Blood

Látigo dormido, carne lacerada

Naked Blood

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GORE:
  • 3/5

Naked Blood

Hay un precipicio en la continuidad de la historia del cine de terror japonés que al no iniciado le cuesta sortear. La curva temporal imaginaria pasa sin solución de continuidad de la era Kaidan, las historias de espíritus vengativos que florecen en los 40 y viven su mayor esplendor durante los 50 y los 60, al J—horror, que surge a finales de los 90 y se nutre, principalmente, de Ringu (1998), una de las obras más influyentes de las últimas tres décadas —en dura pugna con El proyecto de la bruja de Blair—, y que con el tiempo se ha constituido en algo así como la «marca Japón» del cine de terror nipón, hasta el punto de ser exportada e imitada hasta la extenuación, primero por los vecinos asiáticos, y después por el resto del planeta. Dicho lo cual, no está de más apuntar que, en el fondo, el J—horror no es más que una actualización de los kaidan clásicos pasados por la túrmix tecnológica, una suerte de versión 2.0 con infinitas ampliaciones.

Se conoce que a la vera de estas producciones han caminado desde los 50 hasta el presente los sempiternos Kaiju eiga. Por otro lado, el país del sol naciente nos viene regalando de un tiempo a esta parte una alternativa a la clonación en masa de Sadako. Se trata de un sub(sub)género que combina el cyberpunk, el splatter y la cifi, al que algunos se refieren como «cyber—gore», «punk—horror» o «psychosexual horror». Aquí encontramos títulos como Tokyo gore police, Robo Geisha o Frankenstein girl vs vampire girl. Dicho esto, aún quedan en el aire los 70, los 80 y los 90. Los primeros está aún dominados por las producciones pinku eiga. El panorama del cine internacional experimenta un cambio notorio, es la década por excelencia del cine exploitation. Con los kaidan dando sus últimos coletazos, el terror anda buscando y tanteando nuevas vías de renovación. No hay una clara tendencia en estos años, si acaso, determinadas cintas que han pasado a la historia del género por su calidad, por su singularidad o por ambas cosas: Hausu (1977), Shura (1971), The village of eight gravestones (1977), algún kaidan trasnochado como Curse of the dog god (1977), la trilogía vampírica de la Toho compuesto por Vampire doll (1970), Lake of Dracula (1971) y Evil of Dracula (1974), o las numerosas adaptaciones de Edogawa Rampo. El uso extremo de la violencia de determinadas producciones, en especial la serie Joy of torture iniciada por Teruo Ishii y ciertas películas de Koji Wakamatsu como Violated angels (1967), abre un nuevo camino a seguir por el terror nipón, cuyas historias de fantasmas vengativos habían quedado un tanto desfasadas. En el libro Flowers from hell podemos leer lo siguiente: «Las raíces del splatter japonés no se encuentran en el género de terror, sino únicamente en las pinku eiga, películas soft—core japonesas que forman una parte substancial de la producción doméstica de los 60 y 70». En este sentido, se destaca Beautiful girl hunter (1979) como uno de los títulos de ese nuevo terror que se presiente en los 70 y explota en la cara de los espectadores en los 80 y que, al igual que la saga de Ishii y todo el pinku más perverso y violento, tiene precedentes en títulos como Kyuju-kyuhonme no kimusume (1959), Daydream (1964) o Black snow (1965), y también, en tanto que brutal retablo de violencia explícita y nueva y novedosa forma de acometer el género, en la mítica Jigoku (1960) de Nobuo Nakagawa. Al igual que ocurre en el resto del mundo, el cine de aquella década decide mostrar los aspectos más trágicos y desagradables de la realidad en toda su crudeza, y para ello se recurre a dos ingredientes básicos: el sexo y la violencia. Tal y como apunta Peter Tombs en su Mondo macabro: «Sexo y muerte, los componentes clave de las películas de terror, llevan mucho tiempo asociados en la psique japonesa». Es entonces cuando irrumpen los 80.

Lo mejor: el mejor Sato en una historia personalísima.

Lo peor: demasiados aspectos quedan sin limar; podría haber sido algo mucho más grande.