El karma puede ser muy cabrón
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Me encanta la ciencia ficción. Si nos vamos hacia atrás, a los comienzos de la historia del cine, la entenderemos, quizás, como el el género por excelencia y el que nos ha ofrecido en cada década un motivo para replantearnos muchas cosas, a nivel cinematográfico y también sobre nuestra propia existencia. Entendemos que el cine moderno, lo que podemos denominar como tal por su evolución y revolución a muchos niveles, empezó en la década de los setenta. Un poco antes, en 1968, encontramos la que posiblemente sea la primera película que se introduce en esta línea. Hablo, por supuesto, de 2001: Odisea en el espacio. Stanley Kubrick dio el pistoletazo de salida a esa nueva ciencia ficción que empezaba a estar en boca de todos: público y la anteriormente, salvo excepciones, crítica rehacía. Igual que lo que significó para el cine de terror La semilla del diablo, también de 1968, ayudada por los empujones de Psicosis en 1960.
¿Por qué os suelto todo ese rollo sobre el género, la existencia y los tiempos pasados? Pues porque, a fin de cuentas y salvando las distancias, Looper ha sido creada, no tengo ni idea si conscientemente o no, para poner una nueva coma en lo referente a sci-fi moderna. Y con esto no pretendo decir que estemos ante una obra maestra del calibre de las anteriormente citadas; pero es que Matrix(1999) tampoco es Blade Runner (1982), y hoy en día ya no es necesario hacer cávalas sobre hasta dónde podría llegar: los alumnos le han salido debajo de las piedras. Tampoco necesitamos discutir sobre si Terminator (1984), Regreso al futuro (1985), Desafío total (1990) o Donnie Darko (2001), cada una dentro de sus respectivos estilos y pretensiones, deben estar al lado de aquellas grandes obras. El tiempo las ha puesto en su lugar: el olimpo de las obras visionarias. Y el que no se lo crea, que pruebe a reflexionar un rato sobre Regreso al futuro y verá como le saca mucha más miga que a Casablanca (1942).
Lo mejor: El duelo interpretativo entre Bruce Willis y Joseph Gordon-Levitt, la dinámica dirección de Johnson, el increíble provecho que se saca al presupuesto y el magnífico montaje de Bob Ducsay.
Lo peor: Que después de un comienzo arrollador y antes de un clímax que eriza hasta los pelos más escondidos, el guión da un bajón de ritmo, produciendo cierta sensación de estancamiento.