The G-String Horror
Demonios, barras de striptease y enormes tetas siliconadas
Cuando una productora empieza a rodar un película de terror en un palacio embrujado con más de 100 años de antiguedad, convertido en la actualidad en un lujoso local de striptease, sus “habitantes” reaccionan y acaban tomando el control de la película para sus propios y bizarros intereses.
Bip, bip, bip… es el sonido de nuestro radar (lo sé, no voy a ganarme la vida escogiendo onomatopeyas) especializado en localizar la más ponzoñosa serie Z del universo terrorífico. Nos encanta. Películas de escaso presupuesto, desterradas de los canales habituales de distribución y que, en la mayoría de ocasiones, cuentan con unos variados y delirantes argumentos que, eso sí, todos ellos suelen incluir generosas dosis de gore, alguna que otra teta siliconada (habitualmente vienen a pares) y una retahíla de efectos digitales creados con la versión de prueba de 30 días de algún software casero de edición. Serie Z. Cine exploit. Black Devil Doll, Gutterballs, The Dead Want Women… El único y gran peligro de este tipo de películas es que acabe resultando más divertido hablar de ellas que la propia experiencia de acabar viéndolas. Pero eso sí… el riesgo que se corre al acercarse a una producción como The G-String Horror siempre vale la pena. Y mientras esto siga siendo así, significará que el espíritu videoclubero de nuestra juventud sigue vivo.